6 | Una fiesta

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Habían pasado tres semanas desde que Annabeth y Percy sellaron su pacto, y aunque la primera semana estuvo plagada de momentos incómodos, lograron superar esa incomodidad inicial y retomar la normalidad que tenían antes de aquella noche.

Mientras paseaban por los pasillos de la tienda en busca del regalo de cumpleaños para el hermanito de Percy, Tyson, él admitió con un tono de frustración: —La verdad es que no tengo ni idea de qué comprarle. ¿Qué te parece este? —dijo, señalando un juego de cubos de colores.

Annabeth rodó los ojos con una sonrisa indulgente.

—Percy, Tyson cumple ocho años, no dos.

Él sonrió, agradecido por tenerla a su lado para guiarlo.

—Cierto. Por eso es bueno que vengas conmigo. Soy un desastre eligiendo regalos.

Annabeth le lanzó una mirada juguetona.

—¿Solo para regalos? Eres un desastre en casi todo.

Percy no pudo evitar reírse, reconociendo la verdad en sus palabras.

—Tal vez. Pero por eso te tengo a ti, ¿no? Para ayudarme cada vez que me equivoco.

Annabeth sonrió.

—Debería cobrarte por mis servicios de asesoría. Para estas alturas, ya me habrías vuelto rica. —Tomó un guante de béisbol—. ¿Qué tal si le regalas un equipo de béisbol y le enseñas a jugar? Me dijiste que quería unirse a un equipo.

Mientras Percy evaluaba el guante con consideración, Annabeth lo miraba con afecto, sabiendo cuánto significa para él su hermano.

—Sí, pero, ¿crees que le gustará? —murmuró Percy, pensativo.

Annabeth asintió con seguridad.

—Sí, sobre todo, apreciará que pases tiempo con él. Sabes que Tyson te adora, eres su héroe.

—No —Percy negó con la cabeza, una sonrisa tierna curvando sus labios—, tú eres su héroe. Yo solo soy su genial hermano mayor.

Annabeth le dio un golpecito juguetón en el brazo, antes de volver a su tarea.

—Lo que sea. Decide ahora porque ya es tarde y con tu costumbre de dejar todo para el último momento, vamos a llegar tarde a la fiesta de Tyson.

***

Unas horas más tarde, ambos jóvenes se encontraban en el jardín de la casa del padre de Percy. Aquel mismo lugar donde tantas veces habían jugado cuando eran niños.

Percy y Annabeth observaban cómo Tyson corría junto a sus amigos por todo el patio mientras algunos padres conversaban entre ellos.

—Tyson se ve muy feliz —murmuró Percy.

—Sí —coincidió Annabeth, pero cambió de tema al ver cómo Percy miraba hacia el grupo de padres, específicamente donde su padre y su madrastra estaban hablando—. Espero que hayas saludado a tu padre y a Anfitrite... ¿Percy? —lo regañó cuando él la ignoró deliberadamente.

—A ella sí la saludé. Cuando llegué, Anfitrite me recibió —dijo. Después de todo, Percy no tenía una mala relación con la nueva esposa de su padre; su problema era precisamente su progenitor—. Pero el Capitán Jackson ni siquiera se dignó a dirigirme la palabra.

—¿Y cómo quieres que te hable si cada vez que intenta acercarse a ti lo esquivas? —Annabeth le tomó la mano, apretándola ligeramente—. Percy, es tu padre. No puedes seguir molesto con él para siempre.

Percy la miró con molestia, aunque el sentimiento no iba dirigido a ella.

—Yo no estoy molesto con él, él es quien está molesto conmigo.

Annabeth rodó los ojos. A veces la exasperaba lo terco que Percy podía ser.

—Tu padre no está molesto contigo. No sé de dónde sacas eso. Hace un rato me preguntó cómo estabas.

—Si tanto quiere saber cómo estoy, entonces que me lo pregunte él mismo —Percy volvió su vista al frente—. Sabes qué, ya no quiero hablar de eso.

—Está bien —ella murmuró antes de que se quedaran en silencio por unos minutos hasta que volvió a hablar—. ¿Quieres una banderilla? Iré por una.

—No, gracias. Pero no se supone que odias las banderillas —Percy murmuró extrañado.

Annabeth se encogió de hombros.

—Lo sé, pero se me antojaron.

Ella se puso de pie y se alejó hasta la mesa de bocadillos. Percy la observó mientras ella tomaba una banderilla y, tras darle un mordisco, hacía una mueca de asco. Posteriormente, Tyson corrió hasta ella y, sin aceptar negativas, la arrastró hacia los demás niños para incluirla en su juego. Percy le sonrió mientras ella le lanzaba una mirada de auxilio; conociendo a su hermanito, Annabeth no iba a liberarse de él tan fácil.

Por unos minutos, Percy observó a su mejor amiga correr por todo el jardín siendo perseguida por la pandilla de amigos de Tyson, hasta que por casualidad miró hacia el lado opuesto y vio a Rachel en la entrada. Al verlo, ella lo saludó con la mano.

Sin esperar a que él hiciera un movimiento, ella caminó hasta él y se sentó en el sitio donde minutos antes había estado Annabeth.

Percy no tenía ni idea de qué estaba haciendo ella ahí. Desde su ruptura, no habían vuelto a verse ni a hablarse.

—Hola, Percy.

—Hola, Rachel.

—¿Podemos hablar? —Ella le preguntó mirándolo con súplica.

—Ya estamos hablando —Percy le respondió, volviendo a mirar al frente.

—Yo... lo siento —Rachel murmuró—. Siento mucho lo que te dije la última vez que hablamos. No debí reaccionar así y...

—¡Annabeth! —Rachel se vio interrumpida cuando Percy se puso de pie abruptamente al ver a la rubia caer.

—Percy, necesito hablar contigo —Rachel lo tomó del brazo cuando él hizo el intento de irse.

—¡Percy! —Tyson le gritó—, Annabeth se murió.

—No le pasó nada, solo se cayó —Rachel exclamó con evidente molestia, pero sin importar nada, Percy se liberó de su agarre y corrió hasta donde estaba la rubia.

Percy se arrodilló al lado de Annabeth y la sujetó del rostro.

—¿Annabeth?

—¿Annabeth se murió? —Tyson preguntó asustado.

—No, solo está inconsciente —él respondió, revisándola—. ¿Viste si se golpeó la cabeza al caer?

—No.

—¿Qué le pasó? —Poseidón preguntó, aproximándose a sus hijos, aunque la pregunta iba dirigida a su primogénito.

—Creo que se desmayó —Percy respondió, pasando los brazos bajo las piernas de Annabeth para levantarla—. La llevaré adentro.

Percy se puso de pie con Annabeth en brazos y se dirigió hacia el interior de la casa. Mientras lo hacía, vio a Rachel lanzarle una mirada mortal antes de irse, cosa que en ese momento le dio igual, ya que estaba más preocupado por saber qué le había ocurrido a Annabeth.

Mi mejor amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora