Dos días después de la cena en casa de Poseidón, Percy y Annabeth estaban disfrutando de una tarde aparentemente tranquila en su departamento. Azul estaba en su habitación, ocupada con sus muñecas, mientras tarareaba una melodía infantil. El ambiente de la casa era cálido y apacible, iluminado por la luz dorada del sol que se filtraba a través de las cortinas. Sin embargo, a pesar de la paz exterior, había una tensión subyacente que solo Percy podía sentir.
Percy hojeaba una revista de deportes, aunque su mente estaba muy lejos de los artículos. Las palabras de Chrisaor en la cena, los elogios hacia Annabeth, y las miradas que le había lanzado seguían resonando en su mente. Intentaba ignorarlo, pero el sentimiento de celos y desconfianza lo consumía lentamente, como un veneno que no podía expulsar.
Annabeth estaba a su lado, recostada en el sofá, revisando su teléfono y sonriendo ligeramente ante algo que leía. Percy la miró de reojo, notando la serenidad en su expresión. Ella no parecía tener ni una sola preocupación, como si lo que había ocurrido en la cena no le hubiera afectado en absoluto. Percy apretó los dientes. ¿Cómo podía Annabeth estar tan tranquila cuando él sentía que el suelo bajo sus pies se tambaleaba?
El sonido de una llamada entrante rompió la calma de la tarde. El teléfono de Annabeth vibró indicando que alguien la estaba llamando. Su expresión pasó de curiosidad a sorpresa al ver el nombre del contacto.
—Es Chrisaor —anunció Annabeth, levantando la vista hacia Percy y esbozando una sonrisa despreocupada antes de contestar—. Hola, Chrisaor. ¿Cómo estás?
Percy sintió una punzada en el estómago al escuchar el nombre de su hermano. Cerró la revista y la dejó a un lado, sus ojos ahora fijos en Annabeth. No podía evitarlo; cada vez que Chrisaor aparecía en la conversación, algo en su interior se tensaba como un resorte a punto de romperse.
—Hola, Annabeth —la voz de Chrisaor sonaba amistosa y relajada al otro lado de la línea—. Lamento molestarte de nuevo, pero estoy tratando de organizar mi nuevo departamento y me doy cuenta de que necesito ayuda con algunas cosas más. Pensé que quizás podrías venir a aconsejarme otra vez, si tienes tiempo. Tu ayuda fue invaluable la última vez, y realmente aprecio tu opinión.
Annabeth soltó una risa suave, claramente halagada por la petición.
—Oh, claro, Chrisaor. No es molestia en absoluto —respondió Annabeth—. Déjame ver si puedo organizarme y te aviso en un rato.
Percy sintió cómo sus músculos se tensaban al máximo. La relajada respuesta de Annabeth, el tono amistoso de Chrisaor, todo le resultaba insoportablemente irritante. Dejó escapar un suspiro largo y audible, tratando de contenerse, pero la ira y la desconfianza ya estaban en ebullición.
Cuando Annabeth colgó la llamada, Percy se aclaró la garganta con fuerza, su mirada fija en ella.
—¿Otra vez? —dijo Percy con un tono que rozaba el sarcasmo, apenas conteniendo su frustración—. ¿Chrisaor necesita tu ayuda de nuevo? ¿No es un poco extraño que te busque tan seguido para estas cosas?
Annabeth levantó la mirada, sorprendida por el tono de Percy. Sus ojos se estrecharon ligeramente, una señal de que empezaba a perder la paciencia.
—Sí, parece que está teniendo problemas organizando su departamento —respondió ella, intentando mantener su tono casual—. Solo necesita un poco de orientación. No veo cuál es el problema.
Percy se levantó del sofá, comenzando a caminar de un lado a otro como un león enjaulado. La irritación se reflejaba en cada movimiento de su cuerpo.
—Annabeth, esto ya es demasiado —dijo Percy, deteniéndose frente a ella y mirándola fijamente—. No ves lo que yo veo. Esto no es solo una petición de ayuda. Es un pretexto para pasar tiempo contigo, y no me gusta nada. ¿No te das cuenta de que estás siendo demasiado accesible para él?
Annabeth frunció el ceño, claramente molesta ahora. Se sentó más erguida, enfrentándolo con los ojos encendidos por la incredulidad.
—¿De qué estás hablando, Percy? —preguntó, alzando la voz ligeramente—. Chrisaor es tu hermano. Solo está intentando adaptarse al pueblo y necesita algo de apoyo.
Percy soltó una risa amarga, agitando la cabeza con frustración.
—¿Apoyo? —repitió con una mueca irónica—. Esto no es apoyo, Annabeth. Es algo más. Él te busca a ti y solo a ti, una y otra vez. Y tú simplemente lo permites. Estás siendo demasiado amable, y no quiero que sigas alentando sus ilusiones.
Annabeth se levantó del sofá con un movimiento brusco, plantándose frente a él, sus ojos destellando con furia.
—¿Ilusiones? —repitió Annabeth, su voz temblando de rabia—. ¿Estás insinuando que Chrisaor podría hacerse ilusiones conmigo porque yo soy demasiado amable? ¿De verdad crees que soy tan ingenua como para no darme cuenta si alguien estuviera intentando algo conmigo?
Percy sintió cómo su rabia explotaba, incapaz de contenerse más.
—Sí, Annabeth, eso es exactamente lo que estoy diciendo —gritó, alzando las manos al aire—. Creo que él se está haciendo ilusiones, y tú lo estás alimentando con tu amabilidad. Así que te lo digo claramente: No me gusta que estes cerca de él... Te prohíbo que vuelvas a salir a ayudar a Chrisaor. No quiero que pases más tiempo con él, ¿entiendes?
El silencio que siguió fue ensordecedor. Annabeth lo miró como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar. Luego, una risa seca y sin humor escapó de sus labios.
—¿Me prohíbes? —preguntó Annabeth, su voz baja pero llena de una furia contenida—. ¿Desde cuándo tú me das órdenes, Percy? ¿Crees que puedes controlarme como si fuera una niña obediente? No tienes ningún derecho a decirme qué puedo o no puedo hacer.
Percy dio un paso hacia ella, su mirada ardiendo de rabia y desconfianza.
—Eres mi esposa —dijo con voz dura—. No voy a permitir que sigas dándole razones para pensar que tiene una oportunidad contigo. Estoy tratando de protegernos, Annabeth, pero parece que no puedes verlo.
Annabeth lo miró fijamente, sus ojos llenos de desafío y algo más oscuro, algo que Percy nunca había visto antes.
—Tus celos están fuera de control, Percy —dijo Annabeth con voz helada—. No es Chrisaor el problema aquí. El problema eres tú... Entiendo que su llegada te haya perturbado, y que eso te pueda hacer sentir inseguridad, pero que desconfíes de mí ya es demasiado. No voy a permitir que me des órdenes. Haré lo que mejor me parezca, y si eso significa ayudar a Chrisaor, entonces lo haré.
Percy sintió cómo su visión se nublaba de rabia, sus manos temblando mientras intentaba encontrar una respuesta. Pero todo lo que pudo hacer fue mirarla con una mezcla de desesperación y dolor.
—¿Sabes qué? —dijo finalmente, su voz apenas un susurro cargado de resentimiento—. Haz lo que quieras, Annabeth.
Y antes de que ella pudiera responder, Percy giró sobre sus talones y se dirigió a la puerta del departamento. La abrió con un movimiento brusco y la cerró de golpe tras él, el sonido resonando como un trueno en el silencio que dejó atrás.
Annabeth se quedó allí de pie, temblando de indignación, con el eco de la puerta aún resonando en sus oídos. Sabía que Percy estaba actuando impulsivamente, dejándose llevar por sus celos irracionales, pero eso no lo hacía menos doloroso.
Se dejó caer en el sofá, pasando una mano por su rostro mientras sentía una ola de frustración y tristeza inundarla. Sabía que esto no era solo una discusión pasajera; era un problema profundo que tendrían que enfrentar antes de que fuera demasiado tarde.
Miró hacia el pasillo donde Azul jugaba, ajena a lo que acababa de ocurrir. Annabeth cerró los ojos, dejando escapar un suspiro tembloroso, y se dirigió al dormitorio, cerrando la puerta tras de sí, dejando la sala vacía y llena de la tensión que aún resonaba en el aire.

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Mi mejor amigo
FanficPercy y Annabeth han sido mejores amigos desde niños hasta que un evento inesperado cambia para siempre la relación que hasta ahora habían tenido. #1 en Percabeth 14/08/24 Actualizaciones diarias