Ochenta días | yosoyPlex y adridobylus

75. Manchester

Capítulo 75
Manchester

—Buenos días, española.—de todas las cosas que podía esperar del día de hoy, ninguna era Adrián sin camiseta trayéndome un vaso de café humeante a la cama.

Mr. romanticismos es ahora.

Pero una vista increíble desde luego. ¿Por qué tiene que vestirse?

—¿Qué has hecho?—me incorporo en la cama de invitados de Paconi, donde hemos pasado la noche el moreno y yo.

Después de editar el vídeo, Plex se quedo dormido en el sofá, así nos ahorramos las peleas por quien compartía cama con quién.

Capaces eran de hacer cucharita sin mi. Plexdrian es más real de lo que la gente se piensa y eso que en youtube parece que se odian.

Nada más lejos de la realidad, su bromance es como el de Jopa y Borja. Más 'rial' que la vida misma.

Como diría Anuel. O Jopa.

—No he hecho nada, bro. Sólo quería hacerte un gesto bonito.— acepto la taza que me ofrece y le doy un gran sorbo.

En ese caso...

Joder que bueno está el café de Paconi, le voy a pedir que me lo haga todas las mañanas y me lo envíe por correo urgente a Madrid, yo ya no puedo vivir sin esto.

—Haré como que te creo.—el editor pone los ojos en blanco y se sienta al borde de la cama. Lo suficientemente cerca de mi como para robarme un par de tragos de la bebida.

Tal vez sólo lo ha hecho por eso.

—¿Tienes ganas de ver tu sorpresa?—yo empiezo a pensar que se lo han inventado todo y que esto va a ser una gran broma para Youtube. Pero bueno mira, sería otro día mas haciendo el ridículo en internet.

Nada nuevo.

—No. La verdad es que todo lo que he podido pensar va a hacerme pasar vergüenza y que os riáis de mi. Así que no.—el editor disimula, bastante mal, una carcajada.

Efectivamente, lo que yo pensaba.

—Que no Ali, que es una sorpresa de verdad.—sigo sin creérmelo.—Tenemos cinco minutos antes de tener que vestirnos y bajar.—añade tras revisar la hora en su móvil.

Dicho esto, se tumba a mi lado y apoya la cabeza en mi pecho.

Aún me acuerdo cuando nos tropezamos en el hall de aquel hotel y tuvo la poca vergüenza de decirme que las tenía blanditas. Como si fueran sus dos almohadas.

Y míranos ahora.

Sin comentar que Adri está más salido que el pico de una mesa.

Siendo sincera, ha quedado demostrado que yo también, así que, que le vamos a hacer.

Aprovecha su posición para dejar varios besos en esa zona. Mi camiseta del pijama, siete tallas más grandes que yo, le deja suficiente hueco como para meter las manos por debajo de la tela.

Traza varios círculos alrededor de mi ombligo antes de que la sensación comience a tensar mis nervios.

—¿Qué haces?—susurro contra su pelo.