Ochenta días | yosoyPlex y adridobylus

72. Italia y España

Capítulo 72
Italia y España

No es tan mala idea. Aunque la morena aún lo este dudando mientras se quita el pijama. No ha sido difícil sacarla de la cama, estaba dando vueltas en las sábanas.

Cuando he tocado la puerta, se ha quejado de que Borja le estaba robando la manta.

A veces me pregunto si me dice la verdad o si se gurda cosas para si. Nuestra amistad ha avanzado mucho, eso no quita que Lili siga siendo igual de reservada que cuando nos conocimos.

Se coloca unos vaqueros, la sudadera y el abrigo. La verdad es que no sabemos como de fría es la noche Italiana.

En el descansillo del hotel, Adri y Dani nos están esperando.

¿Por qué sólo nosotros cuatro? Esa pregunta solo puede responderla Adri.

—Eran diez minutos de despertarse y cambiarse, no media hora.—se queja el editor. Un beso en la mejilla le borra el mal humor.

Que fácil de convencer.

—¿Vamos? Como siga esperando me quedo dormido de pie.—bosteza Plex.

Pues él es teóricamente uno de los conductores designados.

—¿Está todo listo?—le pregunto directamente al editor, que me responde con un asentimiento de cabeza.—Pues entonces si.

La noche es fría. Pero al menos no está lloviendo. Nuestros pasos suenan contra el suelo de adoquines milenarios.

Son las dos de la madrugada, y no estamos en el barrio más céntrico del mundo. Aunque saber que no voy sola me hace sentirme un poco más segura.

Por suerte, el sitio del alquiler al que nos han remitido los del hotel aparece ante nosotros. Un letrero neón ilumina la calle.

—Estamos locos.—murmura Lili, más para si misma que para el grupo.

—Qué le vamos a hacer.—respondo en el mismo tono.

No hacemos mucho papeleo, y finalmente nos alquilan las dos Vespas y los cuatro cascos. Una blanca y otra verde, como el helado de menta.

—Qué comience la excursión.—da por inaugurada Lili la actividad. Mi amiga se pone el casco, su melena quedando fuera y cayéndole por los hombros.

Salvo en Bali, no he montado antes en moto. Por lo que hacerlo de noche en las carreteras empedradas de Roma puede ser toda una aventura. Pero como Plex y yo somos los únicos con carnet, es lo que toca.

Adri se sienta detrás mío, se asegura de que su casco está en la posición correcta, y cuando la otra dupla está lista arrancamos.

Al principio la velocidad y el peso añadido del editor me desestabilizan y estamos cerca de caer. Pero no lo hacemos.

A nuestro alrededor van apareciendo las ruinas iluminadas del centro. Ahora, sin turistas más que un par de borrachos volviendo al hotel, los monumentos parecen más imponentes.

No me cuesta imaginar a los cesáres, los filósofos y toda aquella sociedad desenvolviendose aquí. De hecho, so yo misma hubiera nacido tres mil años antes me hubiera gustado ser italiana.