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-¿Estás loca? -Esbocé un poco airado- Podría haberte golpeado.

  Separó sus manos de la cintura y se cruzó de brazos, mirándome con suficiencia.

  -Sé cuidarme sola, además, sabía que no me golpearías.

  -¿Por qué? -Pregunté algo escéptico.

  -Desde el primer momento que me viste te encanté, te quedaste mirándome como por tres minutos como un tonto. -Soltó una risa molestamente socarrona.

  Ésta niña...

  -Por Dios, qué ego -dije mientras comenzábamos a caminar-. Queda más que claro que no tengo el más mínimo interés.

  Eché una mirada rápida en su dirección, llevaba un short de tela azul claro que le llegaba unos veinte centímetros por encima de las rodillas, apenas tapando un pequeño lunar en su muslo derecho. Una franela blanca sin mangas que rezaba "muerte a los perros", gritado por una gatita sensualmente humanizada. El cuello de la franela ocultaba otro lunar justo sobre sus pechos, pero era lo suficientemente bajo como para poder verle de momentos mientras ella caminaba.

  Mmm... un par de lunares en mis sitios favoritos para besar.

  -Con que no tienes el más mínimo interés -dijo mientras se me adelantaba pavoneándose. Se volvió en mi dirección a medida que seguía caminando de espaldas, frente a mí-. Si tú lo dices. -Y se mordió los labios.

  ¿Qué mierda...?

  ¿Está tratando de seducirme o se burla de mí?, se supone que quien hace eso siempre soy yo. Cómo me inquieta que sea tan desafiante. ¿Por qué morderse los labios así?, esos labios tan... Notoriamente jugosos, joder.

  Definitivamente la chica torpe necesita que alguien le enseñe putos modales. Parece que mi juego comienza a pertenecer a ambos. Y eso no es del todo de mi agrado...

  Pero ya habrá tiempo para enseñarle algo de escarmiento después... debo hacer que me desee primero.

  -Mira, qué bonito, eres una niña con mucha confianza -solté sonriendo lo más sarcásticamente que pude-, pero lamentablemente no tengo tiempo para verte caer de nuevo y reírme hoy, así que me iré. -Aceleré el paso y me adelanté.

  -Que te vaya bien, muchacho. Saluda a tu orgullo de mi parte si lo ves por ahí.

  Me detuve en seco. Otro desafío. Estuve a punto de volverme y apretarla contra mí, mostrarle cuál orgullo podría ceder más fácilmente, pero me abstuve. Que crea que lleva la delantera por ahora, ya llegará el momento en que haga con ella mi voluntad... lo que me plazca.


  El sudor me nublaba la vista cuando regresé a casa. Era inexplicable, pero el encuentro con Venecia Lass me había mantenido distante de la frustración y el repudio respecto al tema de mi familia y lo imbécil que me hace sentir no poder ayudarles tanto como desearía. Lo cual era extraño.

  Entré a mi habitación y me desnudé. Los músculos de mis piernas y abdomen estaban tensos y el ácido láctico me quemaba. Decidí que me ducharía intercalando agua caliente y fría, para relajar la tensión muscular y entrenar con mayor intensidad al siguiente día.

  Tomé mi teléfono que estaba sobre la cama para ver la hora antes de meterme a la ducha.

-A la mierda... -Solté cuando se encendió.

  Catorce llamadas perdidas aparecían en la pantalla, de Tony.

Muerte en el infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora