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Reflexionando de regreso a casa, pensé que ese sitio era tan bueno como cualquier otro para dejar los tres trozos de carne ensangrentada y deforme que hace un par de horas eran personas vivas. No es que importara mucho el sitio, pero al menos aquél lugar era un poco apartado de mi hogar. La policía nunca era problema para mí, o para nadie en realidad, a no ser que interfirieras en sus propios negocios. La corrupción en ese sitio había llegado a niveles sorprendentes. Sin embargo, nunca me gustó tener cerca nada que hubiese matado. Me recordaba lo maldito que puedo estar.

  Como fuera, ya me había deshecho de un problema más.

  En mi mente pasaban imágenes de la chica, Lisa. ¿Hasta dónde podría llegar su descaro?, puede que me haya pasado de la raya con ella, pero mierda, no era mi puto problema ninguna de las cosas que le sucedieran. Por Dios, su lunático hermano por poco me mata. Además, desde que la conozco he tenido suficientes problemas propios por los que preocuparme.

  El ronroneo de mi Challenger sobre el asfalto me parece distante mientras regreso de la fábrica abandonada de zapatos, a seis kilómetros de mi hogar, al lado norte del centro de la ciudad.

  Siempre preferí usar mi Mustang en lugar del auto que ahora conducía, porque aquél auto no me traía tantos recuerdos. Pero esta vez necesitaba más espacio y comodidad para transportar los cadáveres.

  Quizá fue inconscientemente, pero cuando adquirí el Dodge, en parte se debía a la conexión que de alguna forma me hacía sentir con Kurt, mi padre. Él siempre le había fascinado ese auto, pero nunca lo pudo adquirir, el vehículo de la familia siempre había sido un descolorido Volkswagen clásico en el que de tanto en tanto solíamos dar alguna vuelta al parque, al cine, o a donde mierdas fuera que pudiéramos ir para pasar el rato.

  -Vístanse chicos, daremos un paseo en Caroline. -Solía instarnos a mi hermano y a mí.  

  Caroline, curioso nombre para un auto. Cuando Nate y yo preguntamos sobre el origen del apodo, mi padre nos había contestado que se trataba de un juego para hacer enojar a mi madre, puesto que una compañera de su trabajo -operadora en una empresa telefónica-, que detestaba, se llamaba de esa forma, y lucía igual de demacrada que el auto.

  La vida de Caroline finalizaría una noche, hace unos ocho años, cuando mi abuela paterna, Sarah, falleciera, dejando un gran vacío en el pobre hombre que me había criado. Papá nos había dejado en casa al volver de la funeraria, luego simplemente salió de nuevo a la calle, sin dar explicaciones. Jamás le había visto llorar por nada, entonces comprendí que muchas personas a las que creemos débiles quizá no lo sean. El mundo está plagado de cobardes y débiles, pero hay personas, como mi padre, que simplemente habían sido fuertes por mucho tiempo. La mañana siguiente de la funeraria recibimos una llamada de la policía, habían encontrado a mi padre inconsciente cerca de la playa, a dos metros de un Volkswagen prácticamente hecho añicos.

  Y él olía a alcohol. 

  Al comprar el Dodge, supongo que plasmé en él todos los deseos de grandeza y estabilidad que mi padre tenía para nuestro hogar. Pero ahora, al recordar todo ese pasado, una punzada de dolor me apuñaló el corazón. El ensimismamiento repentino por poco me hace atropellar a un jodido muerto viviente que recogía restos de lo que parecía ser espagueti viejo en el medio de la calle.

  Me concentré en el camino y decidí que al volver a casa intentaría comunicarme con mi familia. Aunque me tomara toda la noche.

Muerte en el infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora