Esta vez no me preocupé mucho por ser discreto, traje pocas armas, tan eficaces como cualquiera, pero digamos que con el detalle de ser mucho más eficientes, mucho más veloces. Me hice con un revolver automático que llevaba enfundado en la pierna derecha, sobre el pantalón de Jean marrón. Colgando en mi espalda, con una correa que me rodeaba el torso por encima de uno de mis hombros, una majestuosa AK47 parecía abrazarme. Para esta ocasión me coloqué algo cómodo como vestimenta: Una playera unicolor negra con capucha, debajo de la que ocultaba mi confiable nueve milímetros detrás de mí, a la altura del coxis.
Los demás parecían llevar rato en el almacén lleno de polvo y telarañas, considerablemente más pequeño que el otro, porque reposaban en posiciones incómodas sobre sus vehículos de dos ruedas. Aquél sitio servía más que nada como un cebo en caso de que alguien sospechara que guardaba allí su mercancía. A decir verdad, yo no sabía a dónde iba a parar todos esos kilogramos de droga, y a juzgar por la metodología laboral de Tony, supongo que los demás tampoco. Sospecho que el único que podría saberlo era el desdichado Jack. Fuera como fuese, me daba igual.
Al cabo de un sepulcral e incómodo momento, llegó.
Entró por una puerta metálica medio oxidada separada unos dos metros del portón eléctrico. Iba vestido con una camisa manga larga del color de la sangre, que daba la impresión de que un botón del área del ombligo le saldría volando disparado en cualquier momento. Me pregunté si acaso no se daba cuenta de que su jodida enorme barriga no cabía en ese pobre pedazo de tela, o si simplemente le importaba una mierda. Al menos los pantalones negros sí eran de su talla.
-Buenas noches, calaveras. -Saludó de la forma que lo hacía en algunas ocasiones- Seré concreto.
Eso es lo que todos queremos, Tony. Miré en derredor, consideré que mis sospechas de que un integrante del grupo era una chica eran más cercanas a la realidad de lo que creía, cuando vi que una de las siluetas llevaba una chaqueta considerablemente holgada, lo que no la hacía muy práctica para manejarse con las armas, pero bastante conveniente para ocultar tetas. El resto de nosotros llevaba franelas sencillas.
Todos los cráneos observaban al gordo jefe, que se apoyaba sobre su característico bastón con ambas manos.
-Hace poco les hablé sobre algunos cambios que vendrían, los cuales nos ayudarían a ganar cantidades ridículamente grandes de dinero. No tienen por qué saber muchos detalles, pero aclararé algunas cosas. Como sabrán, la ciudad está dividida por territorios, grandes sumas de dinero por drogas se acumulan por cada uno de ellos. Algunos de los que controlamos estos sectores hacemos alianzas a fin de comercializar más, intercambiar mercancía, lo que putas sea -hizo una pausa, levantó una de sus manos del bastón para espantar un insecto que sobrevolaba sobre su cabeza-. Mitch, Alvey y yo somos un ejemplo de ello. Pero ahora las cosas serán distintas.
De una manera bastante resumida, Tony explicó que Mitch y él habían discutido algunos aspectos de la alianza, y llegaron a la decisión de sacar a Alvey del juego. Resulta que su territorio quedaba en medio de los otros dos, y no era muy productivo, por lo que acabar con su grupo y hacerse con su territorio para compartirlo era la opción que más les convenía.
-Acordamos un encuentro hoy, los tres, en el muelle. Alvey no se espera lo que viene, así que antes de abrirle más agujeros, deberán fingir que se trata de una vigilancia más. No la vayan a cagar -dijo, afincándose en ésta oración.
El mensaje era claro, era una orden. Se dio la vuelta y comenzó a caminar en dirección a la puerta por donde había entrado.
-Andando.
Así, sin más. Lanzó un trozo de carne sobre alguien y soltó a los leones. O, en este caso, las calaveras.
No es que me importara, pero me daba curiosidad saber a qué nivel de ambición podría llegar una persona como para apuñalar por la espalda a alguien con quien se suponía que compartía cierta confianza.
Momentos así me hacían recordar lo mierda que es la humanidad, que absolutamente todo, o casi todo al menos, no era más que una puta fachada. Que jamás conocerás a alguien en quien puedas confiar más que en ti mismo, mucho menos si ese alguien es un puto gordo ambicioso como mi grandioso jefe.
Deseché mis pensamientos y me coloqué la capucha para dar mayor resguardo a mi rostro ya oculto bajo la máscara. Me erguí sobre mi Iron y encendí el motor.
Me mentalicé para lo que se avecinaba, el peligro, la excitación, la diversión... Sintiendo el reconfortante peso de la AK47 detrás de mí, abrazándome como una puta asustada sobre la motocicleta, sentí cómo una sonrisa se dibujaba sobre mi rostro. Esto sí era vivir. Quité el freno y, apenas se abrió el portón, me adentré en la noche, rodeado de sonrientes calaveras que avanzaban con gran velocidad a mi lado, con el ronroneo de los motores que parecían marchar al unísono.
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Muerte en el infierno
Ficção AdolescenteEl mayor error de nosotros los humanos, es creer que siempre tenemos el control de la situación. ¿Qué sucede cuando la ya compleja vida de una persona llega a su punto de quiebre? Esta es la historia de un joven con un trabajo poco ortodoxo, en el...