Joder... ¿Qué mierdas se supone que se le deba decir a una chica que me quiero follar cuando está llorando en la tribuna de una pista de atletismo? Por nada del mundo le saldría con las estupideces de "¿estás bien?", o "¿sucede algo?". Lo más idiota que se puede hacer en momentos así es preguntar cosas evidentes, pero tampoco puedo demostrarle interés o preocupación como cualquier estúpido dramático y mierdero.
-Por Dios, mírate, si vas a lucir tan deprimente, al menos que sea en un sitio donde nadie te pueda ver. -Dije de manera informal, tal vez algo burlón, a medida que me acercaba.
Ella alzó la vista un par de segundos y en sus ojos apareció una llamarada que podría haber incendiado mi cerebro de haberse proyectado hacia adelante.
-¿Qué coño quieres, imbécil?, lárgate de aquí. -Y volvió a enterrar el rostro sobre sus piernas.
Uff... vaya boquita. Consideré hacerle caso y largarme, dejarla allí lloriqueando como una damita melodramática, pero, por alguna razón, no lo hice.
-¿Perdón?, ¿Dónde dice aquí que este sitio es tuyo?, en lo que a mí respecta, si no vas a entrenar, tal vez deberías irte tú.
Quizá soné algo cruel, pero a la mierda, no dejaré de ser como soy por consolar a una niña malcriada y desafiante para que deje su berrinche.
-Tú no sabes una mierda -se levantó y por un momento pensé que me abofetearía, pero sólo se secó las lágrimas y nuevamente me disparó con la mirada-, ¿por qué no me dejas en paz?
Me encogí de hombros.
-Quien sabe, tal vez sólo me divierta fastidiarte. Tómalo como una venganza por tumbarme el otro día.
Un destello de diversión apareció en su rostro, dándole un aspecto de niña pequeña y burlona. Luego su expresión cambió casi de inmediato a la de una pistola apuntándome nuevamente.
-No creas que conseguirás nada conmigo, idiota, sé como son los de tu clase.
¿Qué mierda pasa con esa chica?, ¿Cómo puede cambiar de ánimos tan bruscamente?, está loca.
-Vaya ego, niña, no tengo ningún interés, ya te lo dije. -Sólo dame algo de tiempo, pequeña, y estarás deseando que un tipo de mi clase te acelere la respiración.
Su mirada se suavizó y sus ojos se cristalizaron, parecía que iba a volver a llorar, pero sólo bajó la mirada hacia sus pies. ¿Qué mierda?, no entiendo jodidamente nada, ¿ahora qué? No pude contener mis pensamientos.
-¿Qué?, no entiendo, ¿Qué mierdas te pasa? -Algún sitio no perturbado de mi cerebro me dijo que hablé de más, pero al resto de mí le valió un bledo, sólo quería una respuesta, esa chica tan loca comenzaba a contagiarme su locura.
Levantó la vista. Esta vez la pistola se convirtió en un cohete de dimensiones nucleares, y apuntaba directo a mis ojos.
-¿Qué mierda me pasa?, ¿Qué mierda me pasa? -repitió levantando la voz media octava-, lo que me pasa es lo que le pasa a todo el maldito mundo, estoy lejos de mi familia, separada de ellos por algo más que la distancia, sin poder decirles nada.
Mierda...
-Y luego estás tú -prosiguió-, fastidiando y haciendo preguntas estúpidas, pero claro, seguro te lo tomas a broma, porque ese es tu tipo de persona. Te importa una mierda todo, sólo piensas en ti mismo. No tienes a nadie que te duela y sólo buscas mantener tu pene contento.
Y se fue. Sé que tal vez sólo toqué alguna tecla incorrecta, pero joder, qué tipa más dura. Lo que dijo... siempre, absolutamente toda mi jodida vida, me ha importado un soberano comino lo que los demás digan o piensen de mí, y en realidad esta vez tampoco me importó, peroescuchar todo eso, sentir el dolor que transmitía al pronunciar esas palabras, me devolvió con estrépito a la realidad. Y la realidad era que esa loca chica y yo vivíamos bajo una misma tormentosa situación.
Bajé la tribuna y me largué, nuevamente culpándome por toda la coyuntura en torno a mi familia.
Regresé caminando a casa, pese a ser casi medio día, las calles se hallaban bastante solitarias, además, la zona de casas por donde me desplazaba solía ser bastante funesta y desierta la mayoría del tiempo.
Iba ensimismado, únicamente en compañía de mis pensamientos... o eso creí. Debí estar lo bastante distraído como para no escuchar los pasos acercarse.
Al llegar a un callejón que dividía dos sectores de casas, sentí un empujón sobre mi espalda que me internó en él. Un rústico pedazo de tela me bloqueó la visión, me rodeaba la cabeza entera, por lo que pensé que se trataba de un pequeño saco.
Un agudo dolor me recorrió la espina dorsal cuando, luego de un segundo empujón, mi espalda chocó contra la pared de bloques. Una mano me rodeó el cuello y la punta filosa y fría de lo que adiviné como un cuchillo de caza se me clavaba sobre el abdomen.
-Harás lo que te digamos -dijo una voz hueca y rasposa-, o decoraré el piso con tus mugrosas entrañas.
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Muerte en el infierno
Teen FictionEl mayor error de nosotros los humanos, es creer que siempre tenemos el control de la situación. ¿Qué sucede cuando la ya compleja vida de una persona llega a su punto de quiebre? Esta es la historia de un joven con un trabajo poco ortodoxo, en el...