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No podía creerlo.

  Eran contadas las ocasiones en las que llegué a llorar en mi vida. Pero esta se uniría a la lista. Completamente fuera de mí mismo, perdido, destrozado, golpeando el suelo con mis puños para probar la suerte de cuál podría terminar por romperse primero. Las lágrimas caían desde mis ojos como si de un ácido altamente corrosivo se tratara.

  Una fantasmal boa constrictora se enredaba tensando sus mortales músculos en torno a esa parte de mí que los románticos habían apodado tiempo atrás corazón. Su viscoso cuerpo no se apiada de mi tortura, y puedo sentir como se aferra con más fuerza mientras alzo mi rostro para intentar convencerme en vano de que lo que acababa de ver era una jodida ilusión.

  Pero no lo era. Cerré mis ojos con fuerza, pero eso no funcionaría, nada funcionaría, el daño estaba hecho. La boa asfixiaba mi interior y estrangulaba todo rastro de esperanza que encontrara a su paso. Me dolía, maldita sea, me dolía como nadie tiene una hija de puta idea.

  ¿Y qué haría?, ¿Qué podría hacer?... Quedarme tirado sobre el piso, llorando y golpeando con los puños sangrantes todo lo que estuviera a mi alcance como un hijo de puta y patético marica fracasado. Sólo podía desear jamás haber visto eso, e imaginarme cómo podría haber sido todo si hubiera sucedido de manera diferente.


  Volví de casa de Venecia temprano, el día siguiente sería el enfrentamiento con el equipo de Mitch y quería entrenar lo suficiente para sentirme cómodo y preparado. Al llegar a casa, poco antes de medio día, encargué una pizza a un viejo contacto que me había pasado Rob alguna vez. Sabían asquerosas, pero, para la ocasión, sería mejor no comer demasiado y ejercitarme bien.

  Tras reposar un par de horas, encendí el estéreo del gimnasio y puse el volumen a tope. AC/DC siempre era una buena opción para entrenar. Pensé hacer un poco de todo, para tener algo de soltura en el cuerpo y manejarme mejor con las armas durante la operación. Según tenía entendido, Mitch tenía un equipo bastante extenso, siempre podía llamar refuerzos si lo consideraba necesario, supongo que Tony también, por eso no le preocupaba mucho nuestro bienestar. Aún así, los que estábamos más cerca de su círculo seguramente teníamos algo de su confianza.

  Aunque claro, viniendo de ese tipo de persona, no era algo que valiera una mierda.

  Comencé por entrenar espalda. La tensión en cada repetición con las pesas me brindaba cierta firmeza que facilitaba y volvía más rápidos los movimientos de mi cuerpo, lo cual siempre era un beneficio extra.

  Habrían transcurrido unas veinte canciones cuando terminé mi entrenamiento, el reloj de mi móvil rezaba las ocho y diez de la noche. Era hora de una ducha.

  Entré a mi habitación y me desnudé. El entrenamiento había cumplido con sus objetivos, mis fibras musculares permanecían tensas y varias venas sobresalían de mis extremidades. Era una escultura hecha en piedra. Dejé mi teléfono sobre la cama y me dirigí hacia el cuarto de baño, pero algo me distrajo. Acababa de llegar un mensaje al móvil. Volví para chequearlo.

  Mensaje nuevo (Sábado, 31 Mar. 2018)

  Número: Venecia

  Asunto: Hablando de control.

  Contenido:

  Esta mañana la cama se sentía más fría sin tu egocéntrica presencia, imbécil. Te hemos echado en falta tanto mi cama como yo. A pesar de tu terquedad y tu torpeza, he de reconocerte que sabes cómo hacer perder el control a una chica.

                                                                   Tu chica torpe (y aún así mejor escaladora que tú) Venecia :P 

Muerte en el infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora