Durante los últimos tres días no podía concebir el sueño, al menos no de manera fácil. Mis esfuerzos por evitar que una comparación entre el guardaespaldas faltante y Venecia se colara a través de mi mente eran inútiles. Aunque eso no era la peor parte, la posibilidad de que esa chica de peculiar nombre y personalidad fuera una fría asesina por dinero era lo que menos me podría importar, joder si yo era eso mismo, lo que realmente me inquietaba era esa sensación que poco a poco se abría paso en mi interior.
¿Por qué mierdas le seguía dando importancia a una chica con lo que me he acostado sólo una vez?, era eso nada más, sexo por una noche. Seguirle visitando en el hospital, pensar en su recuperación, recordar el escape que tuvimos momentáneamente... Su maravillosa piel al descubierto. Mierda, nada de eso era propio de mí.
Esa chica de alguna manera lograba colarse en mi mente en algún momento del día. Y eso no me gustaba. Tal vez fuese las similitudes entre nosotros pese a las grandes diferencias, o quizá que su actitud conmigo no era para nada la actitud sumisa y complaciente habitual que recibía de las mujeres. Ella siempre implicaba un desafío. Y eso era lo más jodidamente llamativo.
Mi objetivo no era otro que acostarme con ella, verla un par de días y luego adiós. Y lo logré, pero no como lo esperaba, antes de que tuviéramos ese encuentro ella halló una forma de empatizar conmigo bastante peculiar y atípica. Supo cómo arreglárselas para hacerme ver más allá de lo que yo quería. Y yo se lo permití sin darme cuenta.
Ahora, me dirigía de vuelta al hospital para ver cómo seguía, tras un jodido día sin saber de ella. Un día. Intenté engañarme diciéndome que sólo la visitaba porque nadie más lo hacía, porque estaba sola, y en parte era cierto, pero en mi fuero interno sabía que había más de una razón.
Mi mente me atormentaba diciéndome a gritos que simplemente me alejara y le abandonara como hice muchas otras veces. Pero algo más me llevaba a acelerar un poco cada vez
El rugir de mi Iron parecía distante con todas las cosas dentro de mi mente que daban la impresión de amortiguar los sonidos. Además de todo el rollo con Venecia y su posible relación con la mafia, seguía pensando en mi familia. Nate había actuado muy extraño la última vez, y no veía señales de mis padres por ningún lado. Sin importar lo que mi hermano argumentara, iría a verles en un par de meses. Si me metía en problemas con la ley, sería por más razones que simplemente no llevar papeles. No dejaría que nada interfiriera entre mi familia y yo.
Al llegar al hospital, mi cuerpo entró en modo automático hasta llegar a la habitación en la que ella se encontraba. En tan poco tiempo había pasado por los mismos pasillos las suficientes ocasiones como para hallar el sitio sin el más mínimo esfuerzo.
De la misma manera, de forma involuntaria, al recorrer el pasillo, mis ojos se dirigían hacia la ventanilla de la habitación en la que se encontraba la responsable del accidente. Esta vez nadie le acompañaba, parecía estar durmiendo, varios vendajes cubrían sus extremidades, supuse que a ella también podría haberle ido mucho peor. Por alguna razón, sentí cierto alivio al verle descansando, como si su quietud se proyectara hacia mí a través de la puerta.
Al entrar en el cuarto de Venecia, la sorprendí comiendo lo que parecía} ser una sopa de verduras. Su gesto al verme me pareció bastante divertido, una mezcla entre sorpresa, incomodidad y algo indescifrable que no sabría describir. Lucía bastante mejor.
-Le trajeron su sopita a la niña malcriada, ¿eh? -Me mofé de ella.
Hizo a un lado la mesilla con ruedas sobre la que reposaba su bandeja con comida y se sentó erguida sobre la cama clínica.
-Síguete burlando, estúpido, y te lanzaré esa agua hirviendo en donde la luz no llega.
Vaya boquita de víbora agresiva. Debía devolverle el juego colocándolo en su contra.
-Pero, nena, de esa manera, ¿cómo te haría perder el control de nuevo?
En sus pálidas mejillas aparecieron un par de monedas rojizas y entrecerró los ojos. Un par de pequeñas arrugas se formaron sobre el puente de su nariz. Blanqueó los ojos y se echó un mechón de cobrizo cabello hacia atrás.
-Es triste que dependas de una parte del cuerpo únicamente para hacerle perder el control a una mujer.
Ouch. Bueno, aún había muchas cosas que enseñarle.
Charlamos un rato sobre cómo seguían sus lesiones y lo que recomendaban los enfermeros, al parecer, podría estar fuera del hospital tranquilamente en unos tres días. Podía irse de una vez, pero los médicos insistían en que era más sensato tomar con calma la recuperación para que los músculos se desperezaran controladamente y no sufriera tensión repentina.
En determinado momento quise ser directo y preguntarle, sutilmente, si realizaba algún trabajo extra o algo por el estilo para obtener alguna ganancia adicional, pero no se me ocurrió alguna forma no sospechosa de preguntar tal cosa. Sin embargo mis labios actuaron un poco antes de que llegara a tal conclusión.
-Oye, chica torpe, hay algo que quisiera preguntar...
Mierda. ¿Ahora qué demonios podría decirle? Ser tan directo podría poner en peligro mi identidad. No era algo seguro que Venecia perteneciera al grupo de las calaveras de Tony, si seguía por ese rumbo era posible que le contara eso a una persona que no tenía nada que verallí.
Venecia arrugó la frente como con escepticismo y una mueca burlona apareció en su rostro, con una sonrisa de medio lado tan desafiante que me dieron ganas de arrancar sus labios de un mordisco.
-¿Ah, sí? -rió- Por Dios, Kyan, no me digas que me pedirás ahora que sea tu linda novia como los mocosos de secundaria. -Pese a la carcajada que soltó, alcancé a ver un destello en sus ojos que me indicaba que la idea no le parecía tan horrible.
Sonreí burlón, como desechando el comentario por lo absurdo que sonaba. Y de verdad era absurdo, no necesitaba pedirle tal cosa para hacerle saber que fue mía, y que, de hecho, todo parecía indicar que podía ser tan mía como quisiera. Improvisé algo para salir del tono serio del asunto.
-Ya quisieras -esta vez reí yo, pero la sonrisa burlona de Venecia no desaparecía. En ese momento, se me ocurrió algo perfecto con lo que podría desechar la incertidumbre del asunto-. Dime, ¿es suficiente para ti con este escape para liberar la tensión?
Señalé con mis manos el entorno como recordándole la situación.
-He pasado cosas peores, idiota -rio, como si fuese ridículo pensar que algo así le haría daño-. Pero, ¿sabes algo? -Mencionó en un tono divertido y cómplice de adolescente traviesa que saquea dulces de una tienda antes de entrar a un cine.
Me encogí de hombros y se me escapó media sonrisa. Se acercó a mi oído y dijo algo casi en un susurro.
-Para ser un primer escape no estuvo nada mal.
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Muerte en el infierno
Teen FictionEl mayor error de nosotros los humanos, es creer que siempre tenemos el control de la situación. ¿Qué sucede cuando la ya compleja vida de una persona llega a su punto de quiebre? Esta es la historia de un joven con un trabajo poco ortodoxo, en el...