¿Qué maldita mierda se creen estos grandísimos hijos de la madre de todas las putas? Claro, muy valientes tapándome los ojos y rodeándome como maricas. Cómo se nota que les faltan un buen par de...
-Ni se te ocurra moverte, pedazo de mierda, no quisiera matarte tan deprisa.
Créeme, maldito, dame un momento y desearás haberme atravesado con el cuchillo.
Escuché lo que supuse que era un auto aparcándose cerca de nosotros. No sé cuantos imbéciles eran, pero puede sentir cómo un par de manos me mantenían inmóvil sosteniéndome por los hombros mientras alguien me ataba las muñecas por la espalda. Evité forcejear, si uno de esos idiotas tenía en su poder algún arma de fuego, ponerle nervioso no era una decisión muy inteligente.
-Andando.
Luego de varios empujones caí sobre una superficie acolchada con olor a licor barato y gasolina. No podía ver mucho más allá de las costuras del saco que envolvía mi cabeza, pero si mis cálculos eran correctos, debían haber tres personas además de mí en ese auto con olor a orgía de vagabundos, porque alcancé a escuchar dos puertas cerrarse de golpe, lo que indicaba que aparte del conductor, que ya estaba en el auto, dos personas más se habían incorporado conmigo.
-Ya estamos por llegar, idiota, no te duermas. -Esta vez la voz era diferente, la del hombre que iba conmigo en los asientos de atrás.
Joder, parece que tres muertes más se sumarían a mi lista. Idiotas.
Cuando el auto se detuvo, me sacaron a empellones y me hicieron caminar sobre algo que se sentía como césped. Uno de ellos sacó todo el contenido de mis bolsillos: Las llaves, mi teléfono y cartera de cuero.
Por alguna razón, algo en ese sitio me resultaba familiar. Minutos más tarde descubriría por qué. Oí una puerta abrirse antes de que me siguieran empujando. Casi tropiezo con algún objeto en el suelo, pero uno de los sujetos me retuvo y me hizo sentarme sobre una silla extrañamente cómoda. Me ataron las muñecas al reposabrazos.
-Debes estar un poco confuso, Kyan.
¿Qué?
-Déjame aclarar un poco el panorama para ti.
Una sensación de frescura invadió mi rostro cuando me liberaron del saco de tela. En un principio no pude ver nada, la luz repentina me chocó contra los ojos y mi cabello sudado me obstaculizaba la vista. Moví la cabeza ligeramente para poder ver.
-Qué mierda... -solté por lo bajo algo sorprendido.
No pude reconocer a ninguno de los sujetos, que sí eran tres. Pero lo que realmente me inquietó y asombró un poco fue algo que no fuese imaginado en ningún momento.
-¿Qué sucede, Kyan? -se mofó el sujeto de voz hueca, que ahora se hallaba detrás de mí con las manos apoyadas sobre mis hombros-, pareciera que no te gustara que te trajéramos de regreso a tu hogar.
ESTÁS LEYENDO
Muerte en el infierno
Teen FictionEl mayor error de nosotros los humanos, es creer que siempre tenemos el control de la situación. ¿Qué sucede cuando la ya compleja vida de una persona llega a su punto de quiebre? Esta es la historia de un joven con un trabajo poco ortodoxo, en el...