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Me desperté algo desorientado, sin saber muy bien cómo mierda sentirme. Finalmente había logrado establecer conexión con mi familia, bueno, conexión parecía una palabra muy grande para lo que fuera que representase aquellos extrañísimos cinco minutos en los que micomputador encontró algún atajo entre la maraña de redes para dar con una en específico.

  Cuando la aplicación de video llamadas abrió la ventana de la cámara web, pasadas las once de la noche, note que el entorno era mucho más triste que la vez anterior. La habitación era similar en cuanto a la disposición de los objetos en su interior: La única cama matrimonial, notoriamente más destartalada que la anterior; una puerta de baño a un lado, alguna silla plegable al fondo. Claramente, si el anterior era un hotel de mala muerte, éste era algo muchísimo peor.

  Al recordar la escena, sentí como si una boa constrictora me abrazara algo en el pecho, ese algo que normalmente llaman corazón, pero que en realidad es mucho más complejo y menos palpable que un simple músculo hueco.

  La conversación con mi hermano había sido prácticamente igual. Pero esta vez, al hablar conmigo, había un destello en sus ojos. Un destello que no dejaba ver alegría, tristeza, ira, ni alguna otra emoción que pudiese experimentar alguien en la situación de Nate. Lo único que pude ver a través de ese brillo no fue más que el reflejo de lo que mis deseos querían hacerme creer. Como si él sólo me dijera que estaban bien, que todo iba jodidamente perfecto, únicamente porque es lo que yo quería escuchar.

  -Nate, pronto les mandaré más dinero, el suficiente para que se compren una casa. No tendrán que andar de hotel en hotel más nunca. Díselo a nuestros padres en cuanto lleguen.

  En ese momento, mi hermano, el sujeto más jodidamente orgulloso y apático que haya conocido nunca, me miró con un aire de ternura. Como quien mira a un niño pequeño lanzarse de un tobogán por primera vez.

  -Kyan, no es necesario, tranquilo, enano. Dentro de poco saldremos de esta, mi padre quizá consiga un aumento esta semana.

  No me iba a engañar con algo tan simple. Pero no quise hacerle creer que le ponía en duda.

  -Si tú lo dices... -dije para tranquilizarle, aunque de todas formas pensaba mandarles el dinero En algún momento saldré de aquí, Nate, sólo debo encontrar a alguien que me ayude con el papeleo.

  La razón por la que jamás me fui con ellos, además de querer terminar mis estudios, fue que nunca pude poner mis papeles al día, toda la cháchara del pasaporte, antecedentes penales, certificados académicos, y toda esa porquería burocrática. Todo gracias a la envidiable y grandiosa eficiencia de todos los malditos organismos encargados del trámite de todo ese montón de mierda.

  Alguna vez intenté resolver todo moviendo algunos billetes, pero en ese momento me di cuenta que mis opciones se habían agotado. Ofrecí mil dólares a un sujeto que decía poder conseguir todos los trámites necesarios, el hijo de puta desapareció tras entregarme documentos falsos. Este es un sitio en el que lo único que importa es el beneficio propio, y que todo lo demás se vaya al demonio. Supe que sería la misma historia si intentaba algo similar nuevamente, todas las personas que trabajaban en mierdas del gobierno eran iguales, tomarían el dinero sin molestarse en cumplir con su parte del trato.

  Si en algún momento me topo con aquél imbécil, tendrá más orificios de los que pueda contar.

  -No te preocupes, enano, esperaremos por ti. Seguramente para cuando vengas, estaremos bien establecidos.

  Quise creer lo que decía, pero su expresión tampoco me dejaba mucha sinceridad a la cual aferrarme.

  -Me gustaría hablar con ellos...

  -Hablamos luego, enano -me interrumpió-, la conexión está pésima.

  Y simplemente, se desconectó.

  En todo lo que quedaba de noche, solamente cerré mis ojos un par de horas.

  Al levantarme quería asaltar un puto jet y largarme de allí, regresar con mi familia. Cada segundo que pasaba mis ganas de asesinar a alguien aumentaban, lo cual no era una novedad, lo verdaderamente inusual era a quien quería matar a golpes. A mí.

  No podría tolerar mucho más la incompetencia y lo patético de mis acciones. No era mi culpa, lo sé, pero parte de mí jamás dejaba de imputarme todas las dificultades por las que atravesaba mi familia, por no poder hacer nada para ayudarles más que mandarle algunos miles de dólares cada tres semanas. Lo que ni siquiera era demasiado en el sitio donde ellos se encontraban, porque, de hecho, ésa era la moneda local, y lo que fuese que les mandara no les sería tan útil como lo es para mí aquí.

  Ese día no saldría a ningún jodido sitio, tenía una cita conmigo mismo. Era hora de tomar cartas en el asunto y tratar de equilibrar un poco mis pensamientos y energías.

  Bajé en bóxer hasta la despensa de la cocina y abrí un compartimiento que usaba como bodega. Saqué un par de botellas de Whisky escocés de diez años y una más de un vino tinto bastante amargo cuya etiqueta jamás reconocí.

  Subí a mi gimnasio con las tres botellas, las dejé en el suelo y encendí el equipo de sonido que tenía en la habitación, con el volumen al máximo.

  Mick Jagger cantaba algo sobre alguien que robó el alma y la fe de muchos hombres, cuando abrí la primera botella; la de vino. Nunca me gusto la idea de meter metanfetaminas o alguna otra droga en mi organismo, esos malditos químicos lo único que hacían era volver a las personas completamente idiotas. Sin embargo, jamás tuve ningún problema con emborracharme hasta perder el conocimiento para liberar tensiones de tanto en tanto.

  Di un largo sorbo y me dejé llevar por ese delicioso sabor amargo y a la vez dulzón de las uvas fermentadas y el alcohol, dándole un ardor placentero a mi garganta y un exquisito gusto a mi paladar.

  Con la deliciosa y creciente sensación del alcohol recorriendo mi organismo, comencé a entrenar. Aquella sesión sería de tiempo indefinido, con el objetivo de callar cualquier pensamiento.

  Entrenaría hasta que mis músculos no pudieran más, o cayera inconsciente.

Muerte en el infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora