Longtusk enfrenta a Fat horns

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América del Norte, 10.000 años atrás.

Todos conocen la historia de la extinción del gran mamut y la caza llevada a cabo por los humanos. Hoy quiero contarles sobre un posible e interesante incidente que ocurrió debido a la lenta desaparición de este gigantesco paquidermo americano.

En las fértiles praderas, habitaban todo tipo de mamíferos. Algunos eran emigrantes de tierras lejanas, donde los marsupiales y los pájaros reinaban, como era el caso de los pequeños armadillos. Otros eran más familiares, como los ciervos, los castores, los osos y... los bisontes. Estos colosos vacunos se convertirían en una parte fundamental de muchos pueblos originarios del norte en el futuro, y coexistían con otro titán: los mamuts.

Aunque ambos eran herbívoros, eso no significaba que existiera una pacífica coexistencia entre ellos. Los pequeños proboscídeos eran muy juguetones y a menudo confundían a los bisontes con su propia especie, comenzando a jugar con ellos. Sin embargo, los bisontes, adultos e irritables, con poca paciencia, tenían pocas ganas de participar en los juegos de los jóvenes mamuts ajenos a su especie. Estaban más ocupados pastando, echándose en el suelo, copulando y pastando nuevamente. Sin duda, una rutina difícil de seguir.

Aunque se toleraban, tampoco querían enfrentarse. No había muchas razones para hacerlo, ya que ambos podían comer diferentes tipos de vegetación y protegerse mutuamente de los depredadores. En cierto sentido, eran "amienemigos". Pero cuando los mamuts comenzaron a declinar, los viejos machos que imponían el orden y disciplinaban a los jóvenes desaparecieron. Sin un adulto que les diera un correctivo, los adolescentes hormonales sembraban el pánico por toda la pradera, destrozando árboles y, lamentablemente, peleando con otros animales que, en la mayoría de los casos, terminaban sucumbiendo.

Pero esta vez fue diferente...

Era principios de noviembre y muchas especies ya se preparaban para migrar hacia tierras más cálidas con la siguiente generación a bordo, o "en proceso de construcción", como era el caso de nuestros dos gentiles mamíferos.

Como dato curioso, el musth no está ligado al celo de las hembras, sino a las estaciones del año. Por lo tanto, en este momento, el joven mamut aún no encontraba hembras receptivas. Mientras un Homo sapiens utilizaría su imaginación o una estatua de Venus para calmarse, el joven mamut no podía hacer eso. El musth es la hinchazón de unas glándulas que ejercen presión sobre los ojos del mamut y les causa un dolor agudo comparable a un dolor de muelas muy intenso (y las muelas de estos animales son gigantescas). Tenía que liberar su frustración de alguna manera, y una manada de bisontes tuvo la desgracia de estar en su camino.

El joven macho embistió a una hembra y espantó al resto de la manada. Estaban conmocionados porque el mamut los atacó sin motivo aparente.

Cometió un grave error. Un macho de veinte años estaba peleando con otro cuando presenció el incidente. Embistió al otro macho y movió su cabeza hacia un lado, provocando que uno de sus cuernos lastimara el cráneo del mamut. Ahora tenía un contrincante más importante.

El mamut era muy diferente a los retadores cotidianos

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El mamut era muy diferente a los retadores cotidianos. Ninguno de ellos poseía una nariz capaz de levantarlo del suelo, pero se había metido con su rebaño y no lo iba a dejar pasar. Ambos eran machos furiosos y con muchas ganas de reproducirse, ninguno tenía la cabeza fría para ver el suicidio que significaba tal enfrentamiento.

El joven mamut le propinó una feroz cachetada que hizo retroceder al bisonte por unos instantes, pero él estaba acostumbrado a los golpes y se recuperó rápidamente. Rasguñó el suelo, indicándole que se estaba preparando para embestir. El mamut también avanzó, pero se descuidó y levantó la trompa. El bisonte cargó con casi una tonelada de peso hacia el pecho del colosal paquidermo. Por muy fuerte que fuera, la herida seguía siendo crítica. La densa carne y el pelaje del animal hicieron que los cuernos se quedaran enganchados, levantando ligeramente al bóvido sobre el suelo. Era como Minotauro luchando contra Teseo. El bisonte se apoyó sobre sus patas traseras y hundió su cornamenta en la carne de su contrincante. El mamut dejó de pelear, se le había perforado un pulmón.

El bisonte volvió a tener las cuatro patas en el suelo, pero no lograba liberarse de la mole que acababa de vencer. El mamut seguía parado, asimilando más dolor del que un humano sería capaz de entender. Su cerebro, en un último acto de osadía, liberó más adrenalina para que ignorara el dolor y se lanzó al suelo, atravesando al bisonte con sus cortos colmillos.

El bisonte sucumbió ante la presión del mamut, y este le siguió poco después.

Normalmente diría que el bisonte le ganaría al mamut, ya que su especie continuó vagando por la Tierra mucho después de que los parientes de Manny se hubieran ido. Sin embargo, el hombre, una criatura que solían ignorar, fue el causante de su casi extinción. El motivo: una pelea igual de innecesaria.

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