17. Esto tiene que ser una broma

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—No te vayas

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—No te vayas.

No consigo diferenciar si es una orden o un ruego, pero cuando busco su mirada, me rindo ante cualquier impulso que tengo de salir de aquí y huir de él.

—Prepara dos bebidas fuertes —me recojo el pelo mientras cruzo el pasillo y paso por su lado sin mirarlo, hoy voy a descubrir cosas que quizás no me gusten, y otras que probablemente me hagan verlo de otra manera, pero sea cual sea el resultado, necesito saber la verdad, aunque esa verdad me cambie para siempre—. Estoy harta de mentiras, ya he contado demasiadas a lo largo de mi vida, y te aseguro que nunca me han traído nada bueno.

Prepara ambos vasos con un hielo y un líquido color ámbar y los trae a la mesa. No sé cómo abordar el tema, por dónde empezar, así que opto por la única información que tengo.

—¿Este es el trabajo que me dijiste que sería el último?

Todo su cuerpo se tensa en cuanto pronuncio la pregunta correcta, sin necesidad de palabras, sé que he acertado de pleno con mi suposición. Alarga el brazo hasta coger el vaso y terminarlo de un solo trago. Se levanta a por la botella y la deja al lado. Me insta para que beba del mío, supongo que lo voy a necesitar si quiero saber la historia al completo.

Arrugo la nariz cuando me acerco el vaso, huele tan fuerte como el líquido que usa mi hermana para limpiar sus pinceles. Cierro los ojos y me acerco el líquido a los labios, pero en cuanto doy el primer trago, siento como me están desgarrando el estómago por dentro.

No puedo evitar toser para aliviar el ardor que me provoca la bebida del diablo. Pestañeo cuando los ojos se me inundan de lágrimas y me paso el dorso de la mano para secarlas. Aparto el vaso, no pienso volver a beber más de este mata personas.

Me mira con tranquilidad, analizando cada uno de mis movimientos, mientras se llena otro vaso ante mi atenta mirada. No puedo entender cómo se lo ha bebido de un solo trago sin hacer ni una sola mueca.

—Te acostumbrarás —alza el vaso con orgullo y sin dejar de mirarme, vacía todo su contenido en la boca.

—Eres un puto sádico.

Visualizo un atisbo de sonrisa, lo que me hace removerme en el sofá para verla más de cerca, pero no tarda mucho en volver a poner su fría y temible máscara.

—Respóndeme —me recompongo, estoy aquí para conseguir información, no para perderme en su cara bonita.

Tras largos segundos en silencio, separa las piernas y estira ambos brazos sobre el respaldo del sillón de enfrente, donde me mira altivo, como si fuera el maldito rey.

—No siempre me he dedicado a esto —expone con normalidad, mientras yo siento como el corazón me da un vuelco. Lo miro confusa, sin entender que tiene esto que ver conmigo—. De hecho, creé la empresa por una mujer.

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