Brina y yo hemos conectado al instante. Su energía es interminable, siempre está riendo y consigue con una facilidad asombrosa que me sienta cómoda en esta ciudad, casi como si fuera una más de aquí.
Hemos pasado todo el día juntas, hemos recorrido la ciudad, probado las mejores pizzas y fotografiado cada rincón.
A pesar de mi reticencia con Carlo, al cabo de pocos minutos, conseguí que su pequeña mano rodeara la mía, y hemos estado así desde entonces. No se ha separado de mi ni un solo segundo. No es muy hablador, personalidad que habrá heredado de su padre, pero cuando habla, su acento estadounidense me traslada directamente a casa, a mi familia, la que está formada por Payton y Jasmine.
Cinque Terre me tiene enamorada y apenas llevo aquí día y medio. Para mi sorpresa, los cinco pueblos que lo forman están libres de vehículos, por lo que puedes recorrerlos caminando, sin el molesto sonido del tráfico, con la tranquilidad de poder explorar a pie cada rincón.
Supongo que el hecho de haberme criado en una zona costera ha hecho que no le preste especial atención al mar, pero las playas de aquí me han dejado sin respiración. No he podido evitar enviar un millón de fotos del agua turquesa a mi hermana, siendo consciente por primera vez de la paz que transmite el mar.
Todo a mi alrededor me parece único. La combinación de montaña y mar, las pequeñas casas adosadas entre las rocas, con colores vibrantes y alegres. La cercanía de los habitantes, el aroma a albahaca, el salitre recorriendo mi piel.
Acabo de llegar y ya me quiero quedar para siempre.
Terminamos la tercera bola de helado y vuelvo a revisar la pantalla de mi móvil. He intentado ignorar el cosquilleo cada vez que vibra y la desilusión cuando compruebo que en ninguna de las veces es él.
Al levantar la mirada, me encuentro con la de Zane, observándome desde lo lejos, siguiéndonos a cada paso que hemos dado, siempre a una distancia prudente, pero a pesar de mis esfuerzos para que se sentara a comer helado con nosotros, ha rechazado cada uno de ellos, recordándome que está trabajando.
Me gusta tenerlo cerca, pero quiero que vuelva a tratarme como siempre, odio cuando me llama señora y actúa como si fuéramos diferentes. Como si yo fuera diferente.
Carlo empieza a quejarse de estar cansado, a veces olvido que solo tiene siete años. Cuando vuelve a coger mi mano con sus pequeños dedos para volver a casa, no puedo evitar sonreír. No debería cogerle cariño a su hijo, ni dejar que él me lo coja a mí, no cuando esto solo va a durar un mes, cuando después, no voy a volver a verlos a ninguno de ellos.
Me guardo este sabor agridulce en lo más profundo que puedo y disfruto de la compañía de ambos hasta que regresamos a casa. Nos dejan pasar en cuanto Zane da la orden, y un cosquilleo me recorre la espina dorsal cuando mis ojos buscan desesperados por toda la estancia.
Carlo me aprieta la mano, creo que le caigo bien. Siempre me observa en silencio, y busca estar cerca de mí, como cuando tiene que elegir la silla para comer, siempre a mi lado, o cuando elijo el sabor de helado, él quiere lo mismo. Es tan tierno que es imposible no encariñarse. Ojalá no se pareciera tanto a su padre.
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Taste Me
RomanceMisterioso, temido y frío. ÉL es un completo desconocido para todos, ocultando su pasado bajo una máscara de indiferencia, con un único propósito en la vida: seguir siendo un enigma para el resto. Y nunca ha tenido la intención de revelar al mundo...