18. No tengo nada más que añadir

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Es imposible sacarme de la cabeza los últimos cinco días

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Es imposible sacarme de la cabeza los últimos cinco días. Mi vida ha pasado de ser monótona y aburrida, a diversa e intensa. Mi cabeza es una montaña rusa constante, demasiadas emociones juntas. Tengo tanto en lo que pensar que no consigo centrarme en nada, llevo días sin dormir bien, apenas consigo concentrarme más de diez minutos seguidos, y todo por culpa de él.

—¿Estás bien?

Levanto la cabeza de golpe y me encuentro con la mirada de mi hermana, observándome con preocupación.

—Genial —miento, fingiendo una amplia sonrisa.

—Te están llamando —señala con la barbilla mi móvil.

Me sobresalto al volver a la realidad. Estaba tan centrada en mi propio mundo que no había sido consciente del sonido. En la pantalla aparece «Yeti», como desde hace dos días, rechazo la llamada.

¿Qué pretende que le diga? «Sí, me caso contigo, no te conozco de nada, pero claro que sí, hagámoslo.» Soy consciente de que le dije que haría cualquier cosa por él, ¿pero casarnos? No sé en qué le va a ayudar eso. Lo siento, pero no va a suceder.

Es cierto que quizás, —y solo quizás—, mi comportamiento no fue el más maduro, pero salir corriendo de su casa sin mirar atrás me pareció lo más adecuado en ese momento. Y ahora. Sé que lo volvería a hacer si me lo encuentro.

¿Soy penosa? Soy penosa.

—¿Es Jayce? —pregunta con cautela, mi hermana no sabe la verdad de todo lo que ocurrió esa noche, pero ha decidido confiar en mí lo suficiente como para no hacer muchas preguntas.

Niego con la cabeza.

—No es él.

Parece entre aliviada y confusa. Me sigue mirando de una forma extraña, ya le he dicho que estoy bien, y estoy sonriendo, debería creerlo y seguir a lo suyo, pero me observa como si intentase averiguar por qué le he quitado su labial preferido sin permiso.

—Lleva todo el día llamando, ¿no lo vas a coger?

Finjo que todo va bien y estoy tranquila, a pesar del revoltijo de nervios que siento en la boca del estómago.

—Me querrán vender algo.

Payton asiente en silencio, sé que no se ha creído nada de lo que he dicho, pero le agradezco el punto de confianza que me está otorgando. Adoro a mi hermana, pero a veces puede ser demasiado asfixiante.

—¿Me das mi desayuno o vas a seguir mareándolo?

Frunzo el ceño confusa y miro hacia abajo, donde remuevo con la cuchara un bol repleto de frutas con yogurt. Me quedo paralizada al comprobar que le he cogido su desayuno sin darme cuenta. Reacciono enseguida y lo deslizo por la mesa hasta donde mi hermana está sentada.

—Toma, si está asqueroso.

Payton sonríe y me hace un gesto de burla. Sube ambas piernas a la silla, y cierra los ojos cuando los rayos de sol le bañan el rostro. Observo el perfil de mi hermana, la delicadeza que emana, la paz que transmite con solo su cercanía. Apenas tenemos cosas en común, ella es divertida y cariñosa, yo soy arisca y aburrida, ella es sincera y repleta de colores, yo no consigo dejar las mentiras atrás, y estoy tan vacía que no hay ningún color en mi interior.

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