Supongo que pensarás igual que yo, que esto va a dar paso a que se vuelva a encerrar en sí mismo, a que me ignore y se aleje de mí todo lo posible como ha hecho cada día desde que estoy aquí.
Pues bien...
Ahora no tengo un prometido, ahora tengo una malDITA PEGATINA.
Como lo lees. Su mano acaricia la zona baja de mi espalda, acercándose al lugar donde las alarmas gritan CUIDADO, en negrita y un rojo intenso, como la sangre que se agolpa en mi cara cada vez que se acerca al oído para susurrarme tonterías.
«Pásame el pan». «Prueba la salsa». «Utiliza las manos».
POR. QUÉ. SU.SU.RRA.
¿Qué cree que está haciendo? ¿Qué pretende actuando como el novio perfecto? Porque si va a empezar una guerra, la única vencedora voy a ser yo. Este pobre diablo no sabe a quién ha metido en su cama...
Que comience el juego.
Escucho a Brina hablar atentamente mientras cuelo mi mano bajo la mesa y la deslizo lentamente por su rodilla ascendiendo hasta pocos centímetros de su entrepierna. Todo su cuerpo se endurece cuando mis dedos se detienen justo en ese punto, al borde del abismo.
El corazón me va a toda velocidad, no solo por la idea de que nos pillen, sino por el hecho de que lo estoy haciendo de verdad, provocándole cómo lleva haciendo toda la comida conmigo.
Siento su mirada fija en mí, a simple vista parece estar como siempre, pero a mis ojos, puedo ver mucho más allá de la simpleza de su dura mirada o su pose regia. Está nervioso. Puede que hasta excitado. Y todo gracias a mí.
Dejo a Brina hablar sin descanso y me permito el lujo de mirar a mi derecha, dónde unos ojos hambrientos me esperan ansiosos. No puedo, ni quiero, evitar sonreír ampliamente, mostrando lo gratamente orgullosa que estoy de lo que he conseguido con apenas un roce. Nos sostenemos la mirada largos segundos, desafiantes, sin amedrentarse, con la palabra desafío grabada a fuego.
En un simple movimiento, invisible para los demás, posa su mano sobre la mía. Aprieto contra su pierna para que no la aparte, me preparo para luchar todo lo que pueda y salir ilesa, pero lo que no espero, es que sus dedos enguantados no aparten los míos, sino que hagan todo lo contrario, los deslice hacia arriba, justo en el inicio de su erección y me obligue a acariciar el largo y grueso bulto con su familia enfrente.
Me atraganto con mi propia saliva, los ojos se me salen de las orbitas, y no quiero imaginar el tono de mi cara, pero por mucho que me resisto, su mano ejerce mucha más fuerza que la mía, sus ojos me atrapan como espirales, y la dureza de mis pezones me da una pequeña pista de lo estúpido que sería no seguir adelante, tocando a mi gusto, intentando averiguar su tamaño solo con el tacto de mis manos.
No aparta la mirada, sus ojos arden en llamas, está viendo hasta dónde soy capaz de llegar, que estoy dispuesta a hacer para ganar. Lo que él no sabe, es que cuando una no tiene nada que perder, no le teme a nada.
ESTÁS LEYENDO
Taste Me
RomanceMisterioso, temido y frío. ÉL es un completo desconocido para todos, ocultando su pasado bajo una máscara de indiferencia, con un único propósito en la vida: seguir siendo un enigma para el resto. Y nunca ha tenido la intención de revelar al mundo...