21. Ya no hay vuelta atrás

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Entrar en casa con una maceta nueva se está volviendo una rutina

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Entrar en casa con una maceta nueva se está volviendo una rutina. No mintió cuando dijo que dejaría de regalarme ramos de flores y en su lugar me compraría macetas de todos los tipos que puedan existir. Apenas queda espacio para un par de hamacas y una mesa auxiliar entre ambas. Tengo que agradecerle a Caden que le haya dejado su casa a mi hermana para que termine sus obras, porque ahora mismo no hay espacio suficiente ni para un pincel.

Desde hace semanas, las cosas están cambiando, y no solo me refiero al hecho de que estoy prometida, sino a que todo parece demasiado tranquilo y perfecto. No soy de esas personas que esperan que algo malo suceda cuando todo va bien, pero me gusta mantener los pies en la tierra, a pesar de parecer lo contrario, y últimamente, estoy más veces en las nubes que donde debo estar.

Ya no hay llamadas nocturnas, sino que hay llamadas a cualquier hora. Ya no pasa a recogerme después del trabajo, sino que me sorprende en cualquier parte. Ya no me siento sola, y eso me da un miedo atroz.

La vibración del móvil me trae de vuelta a la realidad.

—Por favor, no me compres más flores o tendré que mudarme para que puedan entrar —digo tras descolgar la llamada como saludo.

Una leve carcajada a través del altavoz me calienta el estómago, consiguiendo que suspire en cuanto el sonido desaparece, queriendo más, deseando que esa especie de carcajada alguna vez se complete para mí.

—En ese caso, tendré que comprarte una casa.

—O dos —me río por lo absurdo de sus palabras.

Esta vez he aprendido la lección, así que antes de que me distraiga como siempre hace y pierda mi opción a pregunta, le lanzo la de hoy, la que lleva varios días quitándome el sueño.

—Mi pregunta de hoy es... —me muerdo el labio antes de armarme de valor y esperar a conocer la respuesta—, ¿a qué ciudad iremos en el viaje?

No se escucha nada durante unos segundos. Espero impaciente, necesito saber más información, porque a pesar de quererlo, he perdido muchos intentos de pregunta debido a mi impulsividad, y hasta ahora, tan solo sé que tiene dos empresas, una aquí y otra en Italia, que sus padres eran ladrones virtuales, por eso fundó su primera empresa, para proteger a los demás de personas como lo fueron ellos, que odia el coco en todos los aspectos, —he tirado mi perfume de coco, mi bálsamo labial de coco, y hasta mis braguitas con cocos sonrientes—, y que tiene veintiséis pares de guantes negros de distintos modelos y tejidos.

Todo es irrelevante. No tengo ninguna información jugosa. Tan solo queda una semana y sigo sin saber cosas como cuando es su cumpleaños, cuál es su color preferido, a donde nos vamos todo un mes, o cuál es su nombre. NADA.

—Estoy abajo —responde tras un breve silencio—. Ven y respondo a tu pregunta.

Retengo todo el aire en los pulmones.

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