30. Tu fin

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«Puedo fingir incluso que te amo»

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«Puedo fingir incluso que te amo»

Me arrepiento en el mismo instante en el que las palabras abandonan mis labios. ¿Por qué he tenido que decir eso? ¿Por qué no aprendo y mantengo la maldita boca cerrada cuando es necesario? Esto no es más que un trabajo, el último que haré para él. Nada es real, él mismo lo ha dicho, lo hace por ella, no por amor. Me ha pedido que finja quererle, solo tenía que sonreír y decirle que era para lo que me pagaba, pero no, mi bocazas ha tenido que confesar la verdad, que cada día que pasa, esta mentira es más y más real para mí.

Mis pies se mueven solos, siguiendo sus pasos por un camino de tierra. No sé a dónde me lleva. Podría ir directa a la boca del lobo, pero incluso sabiendo que corro peligro, iría sin pensarlo si es con él.

QUE. ME. PASA.

¿Iría corriendo por él? Por dios... No aprendo. Soy Winter Cook, aunque en realidad debería llamarme Winter Weak (Débil). Puedo estar sola. No necesito a un hombre. Menos a uno que tiene más trastornos que yo. Sola. Eso es lo que haré cuando todo esto termine. Me lo voy a repetir hasta que acabe de entenderlo.

No sé cuánto tiempo llevamos en silencio, caminando en línea recta. Quizás unos minutos, quizás unas horas, quizás un maldito año. No lo sé con exactitud, pero este silencio me está volviendo loca.

—Esto no va a funcionar —me mira de reojo, animándome a continuar—. ¿Cómo se va a tragar que nos queremos si no sé nada de ti?

Vuelve a poner su cara de piedra, esa en la que es imposible adivinar en qué piensa.

—¿Qué hago si me pregunta cosas básicas como tu comida preferida? ¿O si me pone a prueba y acabo sirviéndote algo que te da alergia? Solo con que me pregunte tu fecha de nacimiento ya me va a dejar en evidencia...

Intento tragar saliva, se suponía que iba a sacar tema de conversación para romper el silencio, no para ponerme cada vez más nerviosa. No lo hemos planeado en absoluto. Esa señora no tiene un pelo de tonta, no vamos a poder convencerla si no recaudo más información.

—¿No vas a decir nada? —pregunto malhumorada cuando el silencio es nuestro único acompañante.

—No tengo ninguna alergia.

Lo anoto mentalmente.

—¿Tú tienes? —doy un traspiés cuando frena de golpe.

—Pues sí, a varias cosas —me encojo de hombros ante su reacción—. ¿Qué? Nunca me has preguntado, pensaba que ya lo sabrías todo de mí.

Me muerdo el labio ante su mirada terrorífica que ya no me causa ningún terror.

—Soy alérgica al marisco, aunque solo lo he comido una vez en mi vida, así que quizás solo estaba en mal estado. Dudo que Jayce escogiera el más caro de todos, aunque fue un detalle por su parte que quisiera...

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