20. Me encargaré de hacerte cambiar de opinión

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No debería gustarme tanto llevar un Cartier en el dedo, pero el hecho es que cada vez que miro mi mano, mi corazón late de forma frenética, y no precisamente por su tamaño, sino por la persona que me lo ha regalado

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No debería gustarme tanto llevar un Cartier en el dedo, pero el hecho es que cada vez que miro mi mano, mi corazón late de forma frenética, y no precisamente por su tamaño, sino por la persona que me lo ha regalado.

No estoy controlando la situación, y si alguna vez he creído lo contrario, me he engañado a mí misma. ¿Me atrae el hombre con el que finjo estar prometida? Mucho. ¿Me parece una locura subirme a un avión con un casi desconocido a un destino que desconozco completamente? Cada vez menos. ¿Voy a conseguir durar un mes completo a su lado sin volver a besarlo? Eso está por ver.

La única solución que se me ha ocurrido es alejarme de él todo lo posible, poner de por medio el espacio suficiente para que mi corazón deje de brincar siempre que lo vea aparecer, y eso empieza por rechazar las llamadas en las que aparezca su nombre.

Soy consciente de que la idea de que me tratase como a su prometida fue mía, pero enamorarme de él antes de empezar el viaje, no va a ser bueno para mi corazón. Payton siempre dice que no sé tomar decisiones, y ahora estoy convencida de que tiene razón. No puedo sentir nada por un hombre que no es capaz de sentir, que no cree en el amor, y que lo último que desea, es vivir un para siempre como en los cuentos de hadas.

No puedo enamorarme de un hombre que jamás se enamorará de mí.

Salgo del edificio unos minutos antes de que termine mi supuesta clase, si hay algo que me guste de él, es que es metódico en todo lo que hace. Siempre me llama a la misma hora, me recoge a la misma hora, y si descubre que hay algo que me gusta, siempre compra la misma marca, en el mismo sitio. Por ese motivo, sé que hoy cuando vaya a por mí, yo ya me habré ido.

Camino despreocupada, disfrutando de la brisa fresca y de la falta de turismo que hay ya en esta época. Estiro la mano orgullosa y me quedo embelesada por el brillo que desprende mi dedo. No voy a negar que me encantan la cantidad de historias que se han inventado sobre mí en la oficina, intentando descifrar cómo he conseguido el pedrusco, o si es verdad lo que cuentan los rumores, que ha sido el jefe quien me lo ha puesto. Hay infinidad de versiones diferentes, a cuál más divertida que la anterior. Estoy disfrutando más de lo que toca, pero nunca he sido la protagonista en ninguna historia, y aunque esta sea mentira, la voy a disfrutar el tiempo que pueda.

Las reacciones de Michi y de Rox fueron las mejores sin duda, porque a pesar de ser los únicos que conocen la verdad, reaccionaron como si se tratase de una boda de verdad. Todavía no he recuperado la audición al completo tras la sordera debida a los chillos esquizofrénicos de mi querido Michi.

Estoy riéndome yo sola al recordarlo, cuando siento unos toquecitos en el hombro que me traen de vuelta a la realidad.

—Tierra llamando a rubia buenorra.

Me encuentro con unos ojos azules cubiertos por unas pestañas espesas mirándome con diversión. Se aparta un tirabuzón de la frente y coloca la mano a modo de visera para taparse del sol. Envuelve el brazo con el mío y tira de mí antes de que pueda reaccionar.

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