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Se habían quedado totalmente en silencio después de que Recovery Girl se marchara. La atmósfera estaba cargada de una tensión palpable, como si el aire mismo se hubiera vuelto más denso. Ambas colas se agitaban inquietas, reflejando el nerviosismo de sus dueños, mientras sus orejas caían hacia abajo, evidenciando una mezcla de tristeza y confusión. Ninguno de los dos se atrevía a romper el silencio con palabras o a buscar consuelo en la mirada del otro.

El aire era tenso, impregnado de emociones no dichas y preguntas sin respuesta.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Katsuki se levantó con un suspiro pesado y comenzó a rebuscar en los gabinetes de la sala. Sus movimientos eran bruscos, casi desesperados, mientras sacaba y volvía a meter objetos, haciendo un ruido que rompía el silencio opresivo del lugar. Parecía que buscaba algo con una urgencia que solo él entendía, pero no lograba encontrarlo.

—¿Ka-Kacchan? —Tartamudeó su compañero, su voz apenas un susurro lleno de incertidumbre y preocupación. — ¿Qué haces?

Katsuki no respondió de inmediato. Continuó buscando, con sus manos moviéndose frenéticamente entre los estantes y cajones. Su respiración se hacía cada vez más agitada, hasta que finalmente se detuvo, cerrando los ojos con frustración evidente.

— Busco condones, imbécil. — El rostro de Izuku se volvió rojo, su rostro ardía como mil soles, sus pecas lo hacían parecer a una hermosa fresa con orejas y dientes de conejo.

Tragó saliva y se levantó.

Le daba tanta vergüenza hacer ese tipo de cosas, que incluso Katsuki lo viera desnudo.

Si, se han bañado juntos de pequeños pero sus pequeños "amiguitos" ya habían crecido, junto con ello sus grandes cuerpos tonificados y su apetito por contacto sexual.

Sin mencionar sus cicatrices.

Normalmente, ella las oculta meticulosamente. Siempre elige ropa de manga larga, sin importar la ocasión o el clima, y a veces incluso lleva una pequeña manga extra de color negro para esconder la más grande y visible. Estas cicatrices son testigos mudos de un pasado doloroso que prefiere mantener en la oscuridad.

Su propio cuerpo le provocaba una profunda repulsión, una sensación que la consumía diariamente. Estaba convencida de que Katsuki solo se sentía atraído por su peculiar aroma y por aquella extraña transformación que sufría, sin ver más allá de su piel marcada.

Seguro de que al volver a la normalidad todo aquello sería totalmente repulsivo para el rubio, y tan malditamente vergonzoso para Izuku.

Se levantó, pero no para ayudar a buscar.

— ¿A dónde vas, Deku? — Izuku había abierto la puerta de la enfermería con su cuerpo casi por completo fuera.

— Eh... A mi habitación. — Mencionó como si fuera algo obvio. Katsuki se quedó quieto, pensativo, hasta que finalmente habló.

— Tienes razón. — Dijo sin gruñir. — Será más excitante en un lugar más cerrado.

El rostro de Izuku volvió a estallar en rojo ardiente y con balbuceos respondió.

— ¡No! Quiero decir- Si, es mejor sin el miedo a que alguien entre e interrumpa, cortaría por completo el hilo de la situación. — Dijo mientras Katsuki asentía y volvía su atención a buscar condones.

La cola de Katsuki se agitaba con emoción, había ansiado poder estar a solas con su pequeña presa, devorarla hasta el cansancio, poder ser uno y que todo aquel que quiera a su conejo sabría que aquel ya tenía dueño.

— Pero. — Dijo nuevamente llamando la atención del cenizo rápidamente. — No quiero hacer esto.

— ¿Hacer qué? — Preguntó con verdadera curiosidad mientras su cola dejaba de moverse y sus orejas caían a los lados.

Ya me volví furro ||BKDK||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora