22.-

3.7K 329 34
                                    

Estaba en guardia, con los ojos fijos en la puerta del aula, esperando ansiosamente ver aquella familiar mata de cabellos verdes y rizados que tanto conocía. Cada vez que alguien entraba, su corazón se aceleraba brevemente, solo para decaer al ver que no era quien esperaba.

Pero hoy, Izuku no apareció.

Era algo inaudito. Incluso en sus peores días, Izuku nunca faltaba a clases. No importaba qué materia se impartiera o quién fuera el profesor, su compromiso con la asistencia siempre había sido impecable. Desde el primer día, su presencia constante había sido una certeza inquebrantable.

Hasta hoy.

—Bakugo, parece que tu peculiaridad de estar siempre alterado ha desaparecido —comentó Aizawa, su tono cargado de una leve ironía—. ¿Dónde está Midoriya?

El salón quedó en silencio ante la pregunta del profesor. Todos los ojos se volvieron hacia él, esperando una respuesta. A pesar de la molestia que sentía ante la situación, no podía evitar un ligero escalofrío al pensar en lo inusual que era la ausencia de Deku. Algo no estaba bien.

Con un gruñido, Bakugo volteó su mirada hacia la ventana a su izquierda, ignorando por completo al profesor Aizawa, que aún esperaba una respuesta. Su frustración era palpable, y la tensión en el aire del aula era casi tangible.

—Eh. —se escuchó una voz desde el fondo del salón mientras alguien se levantaba de su asiento—. MidoBro me dijo que no se encontraba bien para asistir hoy.

La revelación causó un murmullo entre los estudiantes, pero antes de que Aizawa pudiera responder, otro estudiante, un rubio con una sonrisa traviesa, intervino.

—Así es. —refutó Denki, desde el frente del aula—. Midoriya nos dijo que estaría aquí sí o sí desde mañana. Quizás le dolía su cuerpecito por el cambio.

Ambos mintieron ante su profesor. Kirishima se sentó, Denki lo miró mientras ambos se coloreaban de una diminuta mancha rosa en sus mejillas, antes de fruncir el ceño mirando directamente hacia el rubio ceniza asientos más adelantes y al costado.

El pelirrojo como —Ahora — buen novio, le comentó todo lo ocurrido con Izuku y aquella plática en la noche, como lo encontró, como lloró, como se sintió tan pequeño en la gran habitación.

En ningún momento habían recibido algún mensaje de Izuku, pero al dejarlo solo con aquel rubio, y que este ahora se encontrara tan estreñido solo los llevaba a una sola lógica posible.

Izuku estaba deprimido.

Aizawa frunció el ceño, pero antes de que pudiera decir algo más, Bakugo estalló.

—¡Cállate, Kaminari! —rugió, volteando de nuevo hacia la clase con una mirada furiosa—. Si Deku no está aquí, debe haber una buena razón. No se habría perdido una clase por una simple molestia.

El silencio que siguió fue incómodo. Aizawa finalmente habló, su voz calmada pero autoritaria.

—Bakugo, Kaminari, basta. Si Midoriya está enfermo, respetemos su espacio y esperemos a que vuelva. Ahora, todos abran sus libros en la página 54.

Mientras el aula se calmaba y los estudiantes obedecían, Bakugo no pudo evitar sentir una punzada de preocupación en el pecho. Algo en la explicación de los demás no le cuadraba, y no pudo sacudirse la sensación de que algo estaba terriblemente mal.

Las clases después de eso transcurrieron con normalidad, pero algo era diferente. Esta vez, Katsuki realmente se encontraba en solitario. Nadie se le acercaba; el aura de furia y determinación que emanaba daba temor incluso a sus más cercanos amigos. Nadie dijo una palabra, nadie lo desafió, nadie hizo nada, esperando que el silencio fuera lo mejor para todos.

Sin embargo, Katsuki estaba en un lío mental. La confusión dentro de él lo espantaba hasta la médula. No podía dejar de pensar en Izuku y en lo inusual de su ausencia. Su mente se arremolinaba con preguntas sin respuesta, dudas que lo carcomían por dentro.

Por fuera, su cuerpo había vuelto a ser normal. Ya no era una bestia buscando a su presa o satisfaciendo sus deseos carnales. No, ya no buscaba nada de eso. La ferocidad que antes lo impulsaba ahora estaba contenida, reemplazada por una inquietud que no sabía cómo manejar.

Se sentía perdido. La normalidad de las clases a su alrededor solo acentuaba el caos interno que experimentaba. Su mundo, normalmente tan claro y definido, estaba teñido de sombras y dudas. Y, en medio de todo, la ausencia de Izuku se sentía como un vacío que no podía ignorar.

No sabía que hacer, como irse sin parecer un idiota más de lo que ya se mostraba, como sacar aquel condenado nudo en la garganta, como hacer desaparecer la presión en su pecho que no lo dejaba respirar con normalidad.

Empezó a resbalarse por la pared hasta llegar al suelo, sus rodillas alzadas, sus brazos sobre ellas y su mirada pegada al techo, no tenía idea que haber, como hablarle, como pedirle que deje de provocar aquel nudo dentro suyo que lo apretaba.

— Oh, Bakugo. — El mencionado giró la mirada para encontrarse con unos ojos heterocromáticos que lo miraban desde arriba. — Tu habitación está en el cuarto piso.

— Cállate. — Demandó furioso.

EL contrario se encogió de hombros, se acercó a la puerta junto a Katsuki y tocó con sus nudillos dos veces en esta, desde dentro en silencio se escuchó un pequeño murmullo indescifrable junto a cosas cayendo.

Ambos quedaron en silencio mirando la puerta que lentamente se abría.

— Todoroki-kun. —Habló Izuku desde dentro, su voz se encontraba rasposa y gruesa, sus ojos estaban ligeramente hinchados y su cabello grasoso, totalmente despeinado.

— Escuché de Kirishima y Kaminari que te sentías mal por el cambio. — Mencionó. — ¿Quieres soba?

— Debería comer algo caliente, imbécil. — Se escuchó desde el suelo.

Izuku con sorpresa abrió sus ojos y los dirigió con rapidez hacia él, vio como su rostro estaba girado mirando hacia una dirección totalmente opuesta a él.

— Tú no estás invitado, Bakugo. — Argumentó Todoroki, un poco molesto por la actitud de él hacia su soba.

— Estoy bien, Todoroki-Kun. Por favor regresa y come algo de soba por ambos. — Sugirió, el nombrado en silencio asintió con la cabeza antes de darse la vuelta y volver por donde había aparecido.

El silencio inundó a los únicos dos en aquel lugar.

Izuku suspiró y se sentó en el suelo, las rodillas hasta el pecho mientras las abrazaba e intentaba ocultar parte de su rostro, veía como el contrario aun no era capaz de mirarlo y volvió a hablar.

— ¿Vienes a regañarme por perder un día de clases? — Preguntó mirando, observando cuidadosamente como el contrario no hacia ningún movimiento en absoluto.

Su mirada bajó hasta el suelo, vio sus pies bajo calcetines blandos, vio el suelo de madera contando cada clavo, cada línea, cada cosa dispareja en el suelo.

No tenía ganas de levantarse, mucho menos de otra discusión, de sentirse inferior a todo, de sentirse una carga, un juguete desechable.

De sentirse usado.

Pequeñas lagrimas empezaron a caer desde sus ojos en silencio, bajó su cabeza cubriendo todo su rostro entre sus rodillas mientras las empapaba de lágrimas, sus labios temblaban, su pecho pesaba.

No soportaba un minuto más de aquel cruel silencio.

— No... — Murmuraba casi para él mismo. Sin levantar la mirada hacia Izuku.

Ya me volví furro ||BKDK||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora