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Las sábanas estaban adheridas a sus pieles, su pelaje sucio, cubierto de sudor seco y semen.

Izuku dormía plácidamente, usando el amplio pecho de Katsuki como almohada, mientras este lo sostenía contra su costado, abrazándolo con una mano.

Las cortinas, desplazadas por el frenesí de la noche anterior, ahora permitían que los primeros rayos del sol se filtraran en la habitación.

— Mm... — Se quedó Katsuki al sentir la molestia que era el sol.

Volteó a un lado, donde sintió un peso extra y vio verde, tanto verde que se sintió satisfecho. La noche anterior apenas habían cerrado los ojos para dormir, su conejo era insaciable. ¿Todos serán así o este salió defectuoso? Como si le importara la respuesta, lo único que quería era satisfacer los deseos carnosos del pecoso.

—Hola, nerd. — Con su mano libre empezó a sacudirlo. —Despierta.

La sacudida surtió efecto y Izuku comenzó a abrir los ojos lentamente, encontrándose con unos ojos rojos que lo observaban fijamente.

— ¿Me despiertas para otra ronda? — preguntó, con una mezcla de incredulidad y diversión en su voz.

El rostro de Katsuki se tiñó de rojo intenso, demostrando que realmente era un conejo insaciable.

— Sí como no. — Mencionó con sarcasmo. — Quisiera ducharme, estoy hecho un asco y estás justo encima de mí.

—No te oí quejarte durante la noche, Kacchan —susurró Izuku.

Frotó su rostro contra el pecho de Katsuki, sintiendo los suaves rizos verdes alborotados bajo sus dedos. Eran hermosos, pero Katsuki lo interrumpió al levantarle la cabeza sujetándola por los rizos.

— Levántate.

— Si me lo pides así, se me parará.

Katsuki gruñó mientras soltaba los rizos de Izuku e intentaba incorporarse, con Izuku aún sobre él. Con fuerza y determinación, apartó las patas afelpadas de Izuku que descansaban sobre su cabeza y su pecho.

Buscó una toalla y algo de ropa que pudiera quedarle, pero todo parecía tan pequeño en comparación con el cuerpo de Izuku. Sabía muy bien que a veces usaba camisetas tres veces más grandes que su talla.

Tomó lo necesario y se dirigió al baño en la habitación de Izuku. Llenó la tina con agua caliente y entró, soltando un suspiro audible.

La puerta se abrió revelando a un Izuku aún desnudo, su pelaje verdoso lleno de fluidos y su pequeño pene flácido.

Se acercó a la tina y se sentó en el suelo, buscando estar a la altura de Katsuki.

— ¿Quieres entrar? —preguntó el cenizo, con una sonrisa leve.

— ¿Puedo? —inquirió con emoción, su mirada brillante de anticipación.

— Como si te dejara —respondió Katsuki con sarcasmo, aunque sus ojos revelaban una complicidad juguetona.

Con un puchero adorable y las orejas caídas en señal de inocencia, Izuku posó su cabeza en el borde de la tina, cerca de los brazos de Katsuki, y comenzó a acariciarlos suavemente.

Sus afelpadas patas tocaron con suavidad el pelaje en el brazo musculoso de Katsuki, viajó hasta su mano y la tomó con ambas patas, con curiosidad vio sus garras, mismas garras que habían apresado su trasero toda la noche. Aún tenía marcas.

Su mano tomó cada dedo, acarició cada garra.

—Tus ganas hijo de puta, entra conmigo. — Sentencia.

Ya me volví furro ||BKDK||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora