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Luego de darle la paliza de su vida a Kirishima por interrumpir tan sagrado momento, Katsuki intentó nuevamente retomar lo que había quedado inconcluso, pero fue en vano. El instante perfecto se había desvanecido en el aire, dejándolos a ambos con una sensación de incompletitud.

Las horas pasaron y la rutina escolar retomó su curso habitual. En las aulas, Katsuki fue el blanco de risas y burlas por su nueva apariencia, un resultado directo del altercado. Por otro lado, Izuku no pudo escapar de las reprimendas de sus maestros sobre la importancia del autocuidado durante las patrullas. Sin embargo, sus amigos no dejaron de halagar lo adorable que se veía con su aspecto renovado, creando un contraste curioso entre las críticas y los elogios.

Finalmente, llegó la hora del almuerzo. Con ella, el apetito voraz de Izuku por lechuga fresca se hizo evidente. Mientras se sentaba a la mesa rodeado de sus amigos, disfrutando de su comida, una figura familiar apareció frente a él.

— Hey, Deku — llamó Katsuki, su voz cortando el bullicio del comedor. Se quedó allí, de pie, esperando la reacción de Izuku y sus compañeros.

El pequeño conejo movió su nariz con entusiasmo y sus orejas se levantaron rápidamente al oír la voz tan conocida del cenizo. Sus ojos brillaron de curiosidad y alegría al ver a su amigo tan cercano.

El gran lobo, en contraste, movía su cola de un lado a otro, su cuerpo irradiando una energía contenida. Una sonrisa ladeada adornaba su rostro, dejando al descubierto una fila de afilados caninos, una imagen imponente pero familiar.

— ¿Necesitas algo, Kacchan? Estoy en mi almuerzo... — dijo Izuku, mirando a Katsuki con una mezcla de sorpresa y anticipación.

El lobo de pelaje ceniza alzó su mano, una mano robusta, cubierta de pelo y dotada de grandes garras, y en ella sostenía un plátano maduro, amarillo y perfecto.

Los ojos de Izuku se iluminaron, brillando de emoción al ver el plátano. La simpleza del gesto, aunque inesperada, significaba mucho para él.

— Quiero darte esto — dijo Katsuki con voz firme, extendiendo el plátano hacia Izuku.

Izuku se levantó rápidamente, sus ojos fijos en el premio. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de alcanzarlo, Katsuki lo alejó con un movimiento ágil.

— Te lo daré si me ayudas en algo — añadió Katsuki con una sonrisa traviesa.

— ¡Lo que quieras! — exclamó Izuku, su entusiasmo evidente en cada palabra.

Uno de sus amigos, Iida, intervino con una voz de razón y preocupación.

— No creo que sea lo correcto, Midoriya. Apenas has tocado tu lechuga.

Izuku miró a Iida con ojos suplicantes, sus orejas cayendo a los costados y su cabeza inclinándose ligeramente hacia un lado.

— Iida... Es un plátano — rogó, su mirada llena de deseo y esperanza, dado a que este alimento era lo más deseable para él en este momento, por su gran cantidad de azúcar que este contenía.

Katsuki soltó una carcajada, disfrutando de la situación.

— Sí, cuatro ojos. Es un plátano. Dale al conejo su felicidad.

— Los conejos no pueden comer en gran cantidad ese alimento. — Dijo mientras se arreglaba sus anteojos. — Son difíciles de digerir, ¿no quieres mejor un tomate?

Vio como Izuku aun rogaba y como todos en la mesa lo miraban de la misma manera.

Con un suspiro asintió dándole a Izuku el reconocimiento de poder obtener su merecido premio.

Ya me volví furro ||BKDK||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora