👑 Capítulo: 55⚔️

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Narra: Gemma

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Narra: Gemma

Noche del novilunio

Yo seguía inmóvil en medio del campo de entrenamiento cuando las primeras brujas del bando enemigo llegaron. La magia vibraba a su alrededor, se arremolinaba, sedienta de sangre.

Un instante después, un ejército de Nesten Demons arribo seguido de las tropas del mundo demoníaco cuyo uniforme yo había vestido hace solo unos meses.

Desde nuestro bando las brujas de los diferentes aquelarres emergieron a través de portales mágicos.

Me uní a la batalla de forma tardía empuñando una de las largas espadas disponibles en el campamento, sin inmutarme por el retumbar de explosiones de magia chocando contra magia y el distintivo sonido de las espadas al chocar contra los huesos de los Nesten.

Observo con calma, pero no hay ni rastro de Alfaget.

A lo lejos diviso a un demonio, su rostro me parece familiar, aunque no le doy el tiempo suficiente a mi cerebro para procesar su apariencia porque toda mi atención se va a sus manos, porta las que reconozco como mis dos espadas. Aquellas que perdí hace meses en Al Trinedid, una corta y una larga, sus nombres Anhelo y Tormenta.

Me abro paso decapitando con rápidos movimientos a todos los enemigos que se interponen entre ese soldado y yo.

Me acerco a él como una ráfaga de viento furioso, antes de que pueda reaccionar, con la gran espada en mis manos cortó sus brazos, que caen al suelo, aun empuñando mis espadas.

—Si no sabes como usarlas, no deberías empuñarlas —digo con una sonrisa satisfecha.

Él grita, pero ahogo aquellos gritos haciendo un corte en su garganta, no le doy tiempo de invocar un hechizo y mucho menos de huir.

Las cosas se vuelven más simple, empuño dos espadas tal y como años atrás me enseñó Seire. Las impregnó con mi magia y todo aquello que corto con ellas arde en llamas violetas sin siquiera recitar un hechizo, es fascinante, placentero y excitante de alguna forma.

Me deleito con el olor de carne quemada y más Nesten Demons corren hacia mí ansiosos de probar el filo de mis espadas, como si se lanzaran de cabeza por un acantilado directo a sus muertes.

Esbozo otra pequeña sonrisa.

Me regocijo con el flujo de magia a mi alrededor y la magia misma se deleita con el sendero de cadáveres que dejó a mi paso. Se arremolina a mi alrededor, me abraza con satisfacción, vibra a cada paso que doy como un ser vivo que ha hecho un nuevo amigo.

No hay rastro de Alfaget, pero lo conozco, sé que debe estar cerca, observando, acechando, como un verdadero depredador nocturno, pero no importa por dónde ataque, lo estaré esperando, después de todo yo soy más fuerte.

Por primera vez desde que el sello se rompió, dejo salir libremente todo mi poder, este se libera de golpe como una ola en todas las direcciones, desesperado por salir al exterior.

La magia a mi alrededor de mi cuerpo se vuelve una neblina negra, para luego materializarse como un par de alas en mi espalda y unos retorcidos cuernos sobre mi cabeza.

Estoy más interesada en seguir matando que en la estrategia que se supone debería estar siguiendo, pero aun así cuando los descendientes de Calion el Lobo empiezan a adentrarse en el bosque voy con ellos, protegidos por los escudos de las brujas llegamos hasta un gran claro, un perfecto y despejado campo de batalla.

Estoy ligeramente consciente de aquellos que están a mi alrededor, solo ligeramente, porque un velo de magia parece cubrirlo todo, es la magia lo que distingo con claridad. Aun así, soy consiente cuando un lobo negro llega hasta el campo de batalla, con sus afilados colmillos y garras se abre paso hasta los demonios.

Vi lo que pasó después y a pesar de que me podía mover más rápido que él, no hice nada para impedirlo, no me importo, no sentía lo suficiente para que me importara lo que le pasara a nadie de mi alrededor... o casi nadie.

Yo me volví rápida, me volví más fuerte y nada de eso sirvió de algo para impedir lo que pasó después, es más, tal vez precisamente por eso no pude impedir lo que pasó después.

No sentía casi nada, hasta que de pronto todas mis emociones volvieron a mí de golpe y me aplastaron.

Ahí estaba Alfaget y... David.

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Hala.

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Pecado de llamas violetas [MAQUIAVLICA LIBRO I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora