Capítulo 31

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Los astros no se habían alineado para que el cielo diera tregua en algún momento del camino

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Los astros no se habían alineado para que el cielo diera tregua en algún momento del camino. Tres horas después, comenzaba a lamentar haber decidido ir a caballo para darle un mayor espacio en el carruaje a su madre, su hermana y sus tíos. Por suerte, Carlo viajaba junto a él y a pesar de que su rostro parecía extenuante, no se lamentaba en absoluto del clima.

—Si no recuerdo mal, la posada debe estar a una legua de aquí —declaró Carlo—. Recuerdo que no estaba lejos de aquel molino —indicó una finca con un gran campo de trigo a punto de ser segado.

—¿Has venido mucho a la casa de campo de los Vasatti? —preguntó con cierta intriga.

La verdad es que él no había mantenido una relación tan estrecha como Carlo con ninguna de sus hijas. Además, se diferencia bastante en edad con ellas, incluso con la mayor, por lo que siempre había guardado las distancias, eso, sumado a sus viajes fuera de la ciudad, había hecho que a pesar de la buena relación de las familias para él las hermanas Vasatti eran como unas primas lejanas que no le generaban demasiado interés.

—Vengo todos los años durante algunas semanas. Su finca queda a un día y medio de la nuestra, pero tiene unas vistas espléndidas. Además, el barón posee un pequeño viñedo cuya fabricación de vino es verdaderamente exquisita. Lástima que la producción no le de más que para una treintena de botellas que se acaban rápidamente entre sus invitados.

—¿No se ha planteado ampliarlo? —preguntó ahora con interés por probar ese vino y no saber absolutamente nada de aquello a pesar de la relación estrecha que mantenían con ellos.

—Camelia le ha insistido varias veces, incluso se ofreció ella misma a supervisarlo y con el dinero que se podría obtener de la comercialización invertirlo en beneficiencia, pero el barón desistió. Tal vez quien herede el lugar decida hacer una bodega.

—Desde luego esa dama no decidiría invertirlo en joyas o vestidos... —Carlo comenzó a reír—, ¿No te molesta que la corteje lord di Montis?

—¿Te molesta a ti? —preguntó solo para dejar claro que sentía indiferencia hacia las pretensiones de dicho caballero porque no sentía nada en ese sentido hacia Camelia.

—Que la quiera únicamente por su dote no es nada honorable y que se lo oculte, aún más —dijo sorprendiendo a Carlo.

Este detuvo el caballo y Gabriele se percató de que su primo se quedaba atrás, iban mucho más adelantados que el carruaje por lo que dio un rodeo para colocarse al otro lado del caballo de su primo.

—¿Lord di Montis solo quiere a Camelia por su dote? ¿Por qué? ¡Es rico! —exclamó Carlo sin comprender nada.

—Su padre ha dilapidado la fortuna, aunque eso solo saben las casa de prostíbulos por las deudas que acumulaba. Han acudido a varios banqueros que le han concedido créditos para saldar las deudas de juego, así que sabe que lo único que va a heredar es un título y una cuenta bancaria en la ruina. Necesita una prometida lo suficientemente rica que le haga mantenerse a flote hasta que llegue ese momento y lógicamente, tu lady Camelia es una opción preferente siendo una solterona sin pretendientes.

El Tercer Secreto	Donde viven las historias. Descúbrelo ahora