La cena discurría tranquila y sin imprevistos, tal como habían esperado, a pesar de que el número de damas doblaba el de caballeros, pero eso no era un problema cuando se trataba de una fiesta campestre e informal. Incluso los vestidos que lucían eran mucho menos recargados y más sencillos que la ciudad, aunque tuviera que llevar aquel horrible corsé todo el día por tener invitados en casa.
Camelia no volvió a coincidir con el duque en el resto de la tarde y durante la cena estaba sentada entre lord di Montis y su amiga Sofia, teniendo frente a ella a Carlo y lady Cecilia. Alessia se había encargado de sentar a Guicciardini junto a Georgia lo suficiente lejos para que no diera lugar a ninguna discusión pública entre ellos, aún así, era imposible evitar mirar en aquella dirección de vez en cuando a pesar que lord di Montis tratara de entretenerla con la conversación que había mantenido junto al conde de su viaje a la India.
—Creo indudablemente que debería plantearse ir usted también. Aunque el conde le haya relatado con minuciosidad cada detalle, no podrá sentir el olor, el tacto o llenarse de los vibrantes colores del lugar —dijo sin demasiado interés en la conversación.
—¡Es lo mismo que creo yo! —exclamó—, aunque ahora mismo sería impensable por supuesto.
—¿Por qué? —exclamó interesada y por un momento vio como él parecía contrariado y se metió una cucharada de la sopa de pescado como si estuviera pensando la respuesta.
Inmediatamente Camelia enrojeció al ser evidente que debía referirse a ella, si se estaban conociendo y tenía la intención de proponerle matrimonio si eran compatibles, marcharse en medio de un cortejo suponía la posibilidad de que la dama se hubiera desposado con otro a su regreso, a menos lógicamente, que se comprometieran antes de partir.
—Disculpe, no debí preguntar —dijo Camelia no deseando adelantar acontecimientos. Lo ultimo que necesitaba ahora es que di Montis le hiciera una propuesta formal porque ni ella misma sabría que responder. ¿Aceptar a pesar de no sentir ningún tipo de emoción solo porque era un caballero respetable?, ¿Rechazarle a pesar de la desilusión que eso supondría para su padre? Prefería no tener que pensar en ello—. Es evidente que tiene sus razones —afirmó con una sonrisa y él pareció más relajado.
Él no incidió en su respuesta y lo dejó estar, más tarde tampoco tuvo la oportunidad de hablar con él porque a pesar de haber dispuesto un cuarteto, diversos juegos de mesa para su entretenimiento, más de la mitad de los invitados estaban demasiado cansados del viaje y prefirieron retirarse a descansar, lord Guicciardini entre ellos, algo que le sorprendió bastante y eso le dejó ver la imagen de Carlo junto a su hermana Georgia apartados en una esquina del salón junto al tablero de ajedrez.
A pesar de que la comodidad en la buhardilla dejaba mucho que desear, Camelia mantuvo la vela encendida más tiempo del habitual antes de que la oscuridad se cerniera sobre ella y todos los trastos que acumulaban polvo en el lugar. Franca había tratado de limpiar lo máximo posible en aquellos días, pero instalar aquella cama antigua, rebuscar el colchón entre los objetos y airear el lugar lo suficiente para que dejase de tener ese olor entre rancio y húmedo, no hubo tiempo demás, sobre todo, porque los preparativos se centraban en la casa y no en su comodidad. Aún así, la brillante idea de apartarse de los invitados para dormir allí sola no era tan gratificante como esperaba. Oyó pasos e incluso se sentó varias veces pensando que realmente vendría alguien, pero desde aquel lugar, los sonidos provenientes de la casa se confundían y distribuían en un eco que lograba confundirla.