Capítulo 24: La Castaña y la Pequeña Rubia (Parte 2)

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🩸Sebastian🩸




~Día 412~




A pesar de que Amber aún no me ha notado, yo no dejo de observar cómo llora en silencio, mientras sostiene la mano de una Aitana dormida, con varias cosas conectadas a su cuerpo.

Son desde intravenosas, hasta máquinas que detectan su pulso y demás, las que están en ella.

Tomo una respiración profunda en el momento en que la chica le repite que la ama, y mi acción hace que mire en dirección a la puerta.

Con rapidez limpia su cara, apartando la mirada de mí y enseguida se levanta para ir por algo de agua.

—¿Qué hablamos sobre que no te dé pena llorar delante de nosotros, madrazos? —hablo caminando hasta donde está —. Amber —la llamo, pero sigue en lo suyo —. Oye, préstame atención.

—¿Ya almorzaron? —cambia de tema.

—Sí, así que ya puedes bajar a hacer lo mismo, mientras yo me quedo con la niña —asiente, pero antes de que se dé a la fuga la detengo —. Espera un segundo —la regreso a su sitio.

—No quiero tardar mucho, Sebastian. Déjame ir.

—No tienes por qué reprimir tus sentimientos delante de nosotros. Con otros, hazlo todo lo que te apetezca, pero no con los cuatro.

—Debiste avisar que estabas en la puerta.

—No pude hablar, el verte ahí con la niña no me dejo —limpio su cara de los pocos rastros de lágrimas que quedan —. Cuando estés con nosotros cuatro o con uno así sea, llora todo lo que quieras. Todos necesitamos llorar en algún punto de la vida.

—¿Crees que estamos haciendo lo correcto con Aitana? —parpadeo por la pregunta.

—¿Estás dudando? —levanta los hombros —. ¿Qué te hace dudar?

—Todo —mira a la niña de reojo —. No sé si en realidad no siente dolor, ya que no puedo sentir lo que ella. No sé si de verdad está dormida —las lágrimas se acumulan en sus ojos —. Tengo miedo de que no despi... —se corta cuando un sollozo sale de su boca.

—No, no, aguarda —coloco mis manos en sus mejillas —. Nosotros confiamos en las personas que están haciendo todo esto, ¿Verdad? —asiente —. Deja de pensar en eso por favor —pido.

Ella no dice nada y solo me abraza, mientras yo hago lo posible por mantenerme tranquilo.

No quiero ponerle más peso a lo que siente, ya me desahogaré yo cuando se calme y cuando ella pueda hacer lo que yo estoy haciendo por ella ahora.

Ahora es su momento.

—Ve a comer ¿Sí? —beso su frente y limpio su cara —. Los chicos te están esperando abajo.

—¿No hay nadie más en la casa? —niego.

—Isabell se fue y Kaina también. Solo están los guardias de la puerta.

—No tardaré —avisa.

—Eso es lo de menos, Amber. Yo estaré aquí.

Sale a paso lento, pero sin dudar, ya que soy yo el que se quedará con la bebé, así que una vez ella cierra la puerta yo tomo el lugar que tenía la castaña cuando llegue.

X - ENS: Las Cinco Bases © - Saga: X - ENS - Libro #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora