Infiltrados

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POV IVANA:

—¡LILIANA! ¡Estás increíble!— Saludó Fabrizio que iba saliendo de su oficina, ya me había acostumbrado a que dijera mi nombre mal, pero es divertido decirle que está equivocado.

—Mi nombre es Ivana.— Corregí, otra vez, aunque en algo no se había equivocado, me veo fabulosa, Susanne me obsequió un vestido violeta que parecía reflejar las estrellas por su brillo, abierto sútilmente de una pierna, resaltaba mi figura y para rematar, mis zapatillas de tacón grueso que me hacían lucir más alta. —Tú también te ves muy elegante.— Halagué al ver su traje blanco y su camisa beige abierta hasta el pecho. —¿Nos vamos? Osmar traerá mi coche.

—¡Mi vida! No nos iremos en un coche cualquiera.— Sonrió, ví asombrada como Osmar llegaba en una limusina blanca, mi fiel amigo tenía una mirada de complicidad.

—Lograste convencer a Osmar de esto, sin que me dijera algo, vaya... Eso es algo que nadie logra.

—Yo no soy nadie, mi dulce niña.— Me tomó de la mano, de la oficina también salió el chófer, así que los tres nos sentamos en la parte de atrás.

—¿Cuál es el plan?— Preguntó Osmar arreglándose el cabello. —¿Solo llegaremos y mataremos a Derek?

—Claro que no, Osiris.

—Osmar.

—Sí, eso.— Le dió igual que Osmar lo corrigiera. —Les explicaré el plan.

Fue un largo viaje, los primeros treinta minutos fueron sobre como se llevaría a cabo nuestro plan, otros treinta mientras cantábamos para desestrezarnos y en los otros veinte hablamos sobre la comida que darían y los cubiertos que iban a dar, nos sugirió que viéramos como comía Derek para burlarnos de su poca clase a pesar de aparentar su elegancia.

Estaba impresionada al ver un desfile interminable de autos lujosos, una multitud de reporteros eran separados del resto de las personas por una valla de metal, me deslumbraba el flash de las cámaras, estaba engentada por la cantidad de personas. Finalmente llegamos a una mansión de ladrillo antiguo, probablemente tenga más de mil años de antigüedad, pero no sabría decirlo con exactitud, no soy arqueóloga, la entrada era de cristal y madera brillante, en la entrada había una alfombra roja, nos bajamos en la entrada principal, todas las cámaras apuntaban hacia nosotros, me sentía mareada, el estómago dolía, lo que me reconfortó fue sostener la mano de Osmar, que sabía que no me sentía bien.

—Tranquila, señorita Ivana... Estoy contigo...

—Gracias...— Respondí, apenas empezaba a tranquilizarme, cuando lo vi, una limosina negra, reconocería ese vehículo hasta en el lugar más recóndito de la tierra, mi corazón retumbaba en mi pecho, no es buena idea, yo no debería estar aquí... Tengo que salir de aquí... El aire me falta...

—Vana.— Habló Osmar, abrazándome por la cintura, sin dejar de sostener mi mano. —¿Qué pasa?

—Ese vehículo... Son ellos... Los Cananseco...— El reflujo se sentía en mi boca, la ansiedad me está comiendo viva, no estoy preparada para verlo de nuevo... El tiempo parece ir lento...

—Fabrizio, Ivana no puede hacerlo.

—¿Qué?— Se preocupó por verme aterrada. —Si no estás lista, nos iremos.— Posó para una reportera que se acercó a él. —En un momento atiendo a mis admiradoras.— Dijo, centrándose de nuevo en mí. —¿Quieres ir a casa?

Iba a decir que sí, pero me quedé viendo como iba saliendo Charly Cananseco, a mi mente llegó el momento cuando él se llevó a una chica brasileña de quince al baño del prostíbulo, los gritos de Karenka eran aterradores, después de eso, ella ya no podía llorar, y al poco tiempo se suicidó tirándose de una ventana mientras uno de sus violadores se bañaba, después de él salió Caroline Cananseco, la esposa de Derek, ella siempre supo lo que pasaba, pero nos culpaba a nosotras, recuerdo que el día que Derek me violó, ella con su cara de asco me dio una cachetada, diciéndome que le daba asco porque quería seducir a su esposo y no fui la única, a Olivia también la golpeó, de ahí vi a Ámbar Cananseco, quién a pesar de ir sonriendo, podía ver la tristeza que tenía, era la más cercana a Andrew y sé que le dolió perderlo, por poco y me arrepentía de querer quitarle a su padre, pero esa idea de arrepentimiento se esfumó cuando lo vi, con ese traje negro, su clásica camisa azul rey, esa maldita sonrisa me daba náuseas, Karenka, Olivia, Marina y todas las niñas que sufrieron a manos de él merecen ser vengadas, y que ninguna niña pierda su felicidad por él.

Entre la Sombra de la Libertad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora