Amigos

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*2020*

Ramón estaba llegando al bar más popular de la capital, después de haber acomodado la bodega que estaría utilizando como casa tenía ganas de beber, estaba solo, su madre y hermanos habían viajado a Suecia para vivir allá, tenían miedo de ser los siguientes en la lista de los enemigos que tenía su padre, estando solo podía pasar desapercibido por un par de meses o años.

Caminando por la calle se encontró a un rubio con delgadez extrema que se encontraba fumando, parecía que toda la ayuda que se le podía ofrecer estaba esfumada, de cierta manera le recordaba a él, estando solo, sin su familia, con un padre muerto y siendo buscado por gente peligrosa, delante de él había un joven que ya no tenía aspiraciones para vivir, o tal vez, ya no le estaban dando la oportunidad de seguir viviendo, era un drogadicto que al parecer estaba solo. El rubio se acercó a él, pero se cayó al suelo, ni siquiera podía equilibrarse.

—Lo siento, no tengo mucho dinero.

—No voy a pedir dinero... Sólo quiero un lugar donde morir...— Le dijo forzándose a hablar, le costaba mucho formar palabras por lo drogado que estaba.

—Levántate.— Lo ayudó. — ¿Cómo te llamas?

Hashed Karev, soy de Madrid...— Reía con euforia, llamando la atención de los transeúntes.

—Mucho gusto, soy Ramón Lezama, vamos, te llevaré a mi casa.— Le quitó el cigarro que tenía en la mano y lo arrojó para apagarlo. —Te ayudaré salir de esto.

—Gracias...— Dijo con un fuerte dolor en la mandíbula, fue la única palabra que dijo bien.

—Tienes golpes, ¿Qué ocurrió?

—Unos malnacidos me golpearon.— Caminaba con torpeza, pero Ramón no dejaba de sujetarlo con fuerza, vio la moto que había traído, suspiró, dejándola estacionada en la calle, decidió tomar un taxi que los dejaría en una pizzería cerca de la bodega, Hashed apestaba a cigarro y otras sustancias que Ramón no reconocía a simple vista, al parecer el rubio había perdido toda la dignidad, pues tenía la bragueta abajo, necesitaba una mano que le mostrara amabilidad.

—Ten.— Salió de la pizzería con dos rebanadas, Hashed lo miró con los ojos dilatados y perdidos. —¿Qué?

—Sigw... Muuuuuuy... Dromgado.— Apenas y barría las palabras, agarró las rebanadas y las comió con placer, al parecer tenía tiempo que no probaba bocado. —Gracias hermano.— Lo abrazó, se levantó tambaleándose, Pero Ramón lo detuvo.

—¿A dónde vas?

Hashed dejó de tener una mirada perdida, a preocuparse, retrocediendo unos cuantos pasos lejos de Ramón, temblaba de miedo por alguna razón.

—¿T-te debo algo?— Preguntó aún con miedo, Ramón solo negó con la cabeza, pero eso no hizo que se sintiera seguro.

—¿Pasa algo? Puedo ayudarte.

—Todos dicen que me quieren ayudar...— Vomitó en la banqueta. —Pero en realidad... Nadie me quiere ayudar.— Volvió a vomitar. —Por favor, aléjate de mí, yo no soy ese tipo de chicos... Yo no soy ese tipo de chico...

—Oye, oye, cálmate, ¿Qué pasa?

—No me golpearon...— Ya se le había bajado un poco el efecto de las drogas. —Me violaron...— Confesó avergonzado.

Ramón no supo que decirle para reconfortarlo, así que solo le dió la mano, a pesar de todo, era un hombre, un humano que no había tenido una buena vida, como todos en los barrios bajos.

Entre la Sombra de la Libertad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora