Capítulo 36

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Saqué la carta con cuidado, mis manos temblaban, está embarazada, ella, ella no me dijo nada, el aire me comienza a faltar y la vista se torna borrosa, no sé en qué momento caí al piso, volví a leer con la esperanza de no haber leído bien y que la carta no dijera eso, pero allí estaban las letras, más que claras: "Señorita Evans, le comentamos que se encuentra embarazada, cuenta con 3 semanas de gestación. Felicitaciones. Informa el Hospital Salva Montana."

Dios mío, mi bebé, no puedo decaer, no cuando ellos están en peligro. Me paro rápidamente y le digo a mi padre que me iré al comando a seguir buscando información.

***

—Un hijo de Ian Walker —dijo la señora idéntica a la tal Liliana

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—Un hijo de Ian Walker —dijo la señora idéntica a la tal Liliana.

Estaba más confundida y no entendía nada.

—¿Para qué quieren a mi hijo? —pregunté con terror por la respuesta, pero necesitaba saber, ¿qué quieren conmigo?

—Mira, linda, se supone que yo iba a tener al heredero de Ian, pero llegaste y todo se fue a la mierda. Y dadas las circunstancias, no me queda de otra. Espera a que tú tengas a su bebé. Bueno, ahora mi bebé, porque ese niño va a ser mío —querían quitarme a mi bebé. Dios, estas mujeres están locas.

Necesito que Ian me encuentre, no quiero que nada nos pase, y necesito contarle que vamos a ser papás, necesito salir de aquí.

Ian, ¿cómo conocía a esa mujer? Está loca.

Las dos mujeres salieron de la habitación dejándome sola. Saqué las llaves que guardé y en total eran 3. Fui hasta la puerta y efectivamente estaba con seguro. Probé con una de las llaves para quitarle el seguro. Con la segunda llave que probé, la puerta se abrió, y en el pasillo no había nadie. Salgo lentamente de esta y me dirijo a las escaleras con pasos muy cortos. A mitad de camino, escucho la voz de Liliana, quien habla con alguien por teléfono desde la cocina.

—Ian, pero ya estaba todo listo, no me puedes hacer esto, me vine preparando desde hace mucho tiempo —hace una pausa corta, suspirando—. Hagamos una cosa, vamos a hablar bien sobre esto —dice al borde de la desesperación—. Ian, no, no me cortes, vas a la clínica. Sí, espérame allí.

Me escondo de su vista ya que sale de la casa con pasos muy rápidos. Me quedo unos minutos más escondida, para finalmente asegurarme de que no haya nadie en este lugar.

Cruzo la sala y voy a la puerta, la abro, y no encuentro nada, solo un terreno solo, ninguna carretera cerca o algo por el estilo. Empiezo a correr lejos de ese lugar, corro lo más rápido que puedo, se hace de noche, y no tengo ni idea hacia dónde ir.

Ya no veo nada y el frío empieza a calar en mis huesos. Me recuesto sobre un tronco, con los ojos pesando, me duermo.

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El Heredero ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora