39. Sal conmigo

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La incertidumbre me estaba matando.

Ya no podía aguantar un día más sin pasarlo a lado de Momo como solíamos hacerlo y ella parecía estar tranquila con eso, sacando la misma excusa acerca de por qué no estaba conmigo o no podía verme... ¿Había hecho algo mal? ¿Por qué parece que se la pasa evitándome?

Y hoy no era la excepción, el puchero que tenía hacía mi celular era real. Solté un suspiró y leí por última vez los mensajes antes de bloquearlo y recargarme completamente sobre el respaldo de mi silla.

No era la primera vez que hacía eso, llevaba toda una semana así, a veces llegaba a casa a dormir, a veces no, en ocasiones avisaba que no dormiría conmigo y otras simplemente tenía que llamarla para que recordara avisarme que no iba a llegar

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No era la primera vez que hacía eso, llevaba toda una semana así, a veces llegaba a casa a dormir, a veces no, en ocasiones avisaba que no dormiría conmigo y otras simplemente tenía que llamarla para que recordara avisarme que no iba a llegar.

—¿Un mal día, señorita Minatozaki?

Cuestionó mi secretaría, yo salté un poco del susto y eso le provocó una sonrisa, misma que correspondí. Estaba tan atrapada en mis pensamientos que no la escuché entrar, pero era un avance, al menos ella ya no tenía la misma posición de extremo respeto hacia mí, como si yo fuera una divinidad o una mujer que pudiera ofenderse y castigarla por todo.

—Yo diría que toda la semana fue complicada... —suspiré recordando todas las veces que Momo parecía evitarme o salía misteriosamente de casa con la excusa de que había olvidado hacer algo o que tenía cosas urgentes que atender.

—Espero que la siguiente sea buena, ha trabajado duro.

—Gracias —asintió y colocó los folders que traía sobre mi escritorio.

—Estos los acaba de dejar la señora Minatozaki, quiere que usted revise esto y le avise si le gustaría encargarse y ser responsable de lo que viene ahí.

—Ya veo, muchas gracias, al final del día te los entregaré.

—Lo espero, gracias señorita.

—A tí.

Salió de mi oficina y yo decidí enfocarme en mi trabajo, alejando los pensamientos que recorrían mi cabeza durante un buen rato hasta que fue hora de irme a casa, entregué los papeles y decidí hacerme cargo de lo que me pedía, podía hacerlo así que acepté. Me despedí y ella hizo lo mismo, bajé hacia mi auto y decidí llamar a la mujer que ocupaba mis pensamientos día, tarde y noche.

No respondió enseguida como solía hacerlo, así que el primer tono se perdió y fue hasta la mitad del segundo que tomó el celular.
Enseguida escuché su respiración agitada y algo me hizo sentir demasiado insegura acerca de eso, pero decidí ignorarlo, no podía dejar que mi mente me jugara en contra.

—Momoring —hablé para anunciarme.

—Hola, Sana-shi —seguía recuperando la respiración y pronto escuché un quejido que por supuesto no provenía de ella.

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