16. Evadir

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En esta ocasión no fuí la única que notó aquel deja Vu... Tal vez porque era bastante evidente de dónde venía.

Momo se alejó con cuidado y borró su sonrisa, justo como yo lo había hecho.

—¿Demasiado familiar? —preguntó.

—Demasiado.

Miró por la ventana e hice lo mismo.

El clima había mejorado, las gotas eran muy pocas, pero seguía nublado y los niños con impermeables y botas de lluvia saltaban alegremente en los charcos, acompañados de sus padres que sostenían un paraguas en caso de que la lluvia volviera a surgir.

—¿Vamos?

—¿A saltar a los charcos? —la miré confundida.

—No, vamos a enfermarnos si hacemos eso —soltó una risita y por fin me miró— me refiero a salir a comer el helado.

No me pareció una mala idea así que asentí, Momo fue a pagar y yo tomé los helados para sentarnos en una banca fuera del establecimiento.

—Creo que no fue una buena idea —su nariz estaba roja del frío y sonrió tímidamente mientras decía eso.

—Por el frío no, pero la vista es hermosa —respondí.

El atardecer era más morado con gris que naranja, mostrando que faltaba muy poco para que oscureciera.
Justo donde estábamos se veía hermoso, inefable. Amaba los atardeceres, pero no tanto como las noches estrelladas, aunque este sin embargo estará en mi lista de los mejores.

Por fin sentí cómo mi compatriota comenzó a acariciar su cuerpo para entrar en calor, así que abrí la chamarra (aprovechando que es unas tallas más grande) y me acerqué a ella con cuidado, dándole tiempo de saber qué era lo que iba a hacer, ella me miró y asintió, acercándose a mi cuerpo para compartir el calor.
Recargó su cabeza sobre mi hombro y soltó una risita.

—Creo que la temperatura disminuyó ya que está empezando la noche —asintió.

Y estuvimos en silencio hasta que el sol se ocultó, disfrutando la compañía de la otra. Momo no se movió ni un solo centímetro y yo tampoco.

Ya no había niños saltando en los charcos, solo gente pasando por ahí casualmente y entrando a la heladería.
Tal vez habría recargado mi cabeza sobre la de Momo para tratar de mantener un poco de distancia de mi pecho a sus oídos y que no pudiera escuchar mi corazón latiendo lento para ella, si no fuera porque su celular comenzó a vibrar con un molesto tono.

Lo sacó de la bolsa de su pantalón, sin romper la posición en la que estábamos, dándome oportunidad de leer el contacto que la llamaba.

"Hee✨"

Enderezó su cuerpo para cambiar de posición y con ello mi corazón volvió a romperse.
¿Era el golpe de realidad que necesitaba?

—¿Te molesta si respondo aquí? —se giró a verme.

Negué en respuesta y rápidamente presionó el botón para responder la llamada.
Por la cercanía de nuestros cuerpos y el volumen del celular de Momo distinguí aquella voz enseguida.

—¿Momo? ¿Dónde estás?

—Salí temprano —explicó con gentileza.

—Ah, es que no te encontré en casa y ya es tarde.

Rodé los ojos. Apenas había caído la noche para que dijera eso.

—¿Tardarás mucho? —cuestionó ante el silencio de la llamada.

Go Back For Me | SamoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora