Capítulo 7

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Por esa noche, estuve en las nubes, sintiendo tantas cosas y tan feliz como hace mucho no me sentía.

Y la felicidad me duró hasta la mañana siguiente, cuando, mientras tomaba un café, Ricardo me dio el recibo de préstamos que ya había encontrado.

No fueron ocho días, fueron seis.

Fue menos de una semana, no había motivo ni para la multa ni para el "favor" de reducirme el costo de la misma.

—No te cobraron multa, ¿cierto? —preguntó Ricardo.

—... No —mentí—. Yo jamás dejaría que —me aclaré la garganta—, me vieran la cara —mantuve la compostura.

—Bueno —bebió de su café—, vámonos.

Miré una vez más el recibo.

Ese papelito acaba de herirme el corazón y el orgullo.

Después de despedirme de mis padres y lavarme los dientes, Ricardo me llevó al instituto.

En la entrada de la escuela, me esperaban América y Danielle, quienes vinieron detrás de mí al pasar entre ambas.

—Fui a la librería, ayer, a devolver un libro —hablé.

—¿La viste, viste a Lisa? —preguntó América.

—Sí, la vi y... —hice una mueca—. Me dijo que el préstamo del libro se había excedido del límite y que había una multa, pero que me la rebajaría si no se lo decía a nadie...

—Oww...

—¡No había multa! —interrumpí el ronroneo de América—. Ella me engañó, quería cobrarme la multa... no sé para qué.

—¿Quería? —enfatizó Danielle.

—... Me la cobró —confesé.

Las dos suspiraron.

—O sea que te estafó —el tono de Danielle me preocupó.

—Yo no diría eso.

—Julieta... —América guardó silencio cuando, en la puerta del aula, vimos a Lisa y a Clara.

—Le voy a reclamar —expresó Danielle, decidida, por lo que la tomé del brazo.

—Si de verdad me quieres, no le digas nada —le pedí.

Ella puso los ojos en blanco y, confiando en que no hará nada, la dejé seguir avanzando y con América fuimos tras ella.

—Con permiso —habló Danielle, con la única intención de molestar a Lisa, porque tampoco estaba bloqueando el paso.

Entré a tomar asiento en mi pupitre.

—Julieta —masculló América al sentarse delante de mí—, no pongas esa cara...

—Mejor pídele tu dinero —mandó la otra.

—¿Quieres dejarme en paz? —le pedí—. Ya sé que me vio la cara y que no le importo, por lo menos no me lo recuerdes.

Bajó ambas cejas.

—Perdón...

Suspiré, con las manos en mi cara.

—Solo no lo vuelvas a mencionar —murmuré entre mis dedos.

Es que no puedo evitar pensar en lo estúpida que me vi al creer que Lisa había hecho algo por mí, reduciéndome esa supuesta deuda.

Creí que por fin me había notado.

Después de ayudar al profesor a revisar el itinerario de la clase de hoy y alistar el proyector, volví a mi sitio, a revisar otra vez la lista de pendientes para el festival escolar.

En la luna y las estrellas | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora