Capítulo 23

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Cuando camino de la mano con Lisa, ya no me aprieta ni mucho menos tira de mí.

Una parte de mí quiere pensar que es consideración y, otra, siente que igual y no sabe que voy de la mano con ella.

En todo el camino, ha ido mirando su teléfono y no me voltea a ver.

Esto no va a funcionar así, se suponía que estos eran los momentos en que podíamos hablar, conocernos más.

—Hay unos chicos al otro lado de la calle —tiré un poco de su mano para que me hiciera caso.

Creí que me haría avanzar más rápido, en cambio, llevó mi mano a sus labios y besó mi dorso...

Como si fuera algo natural. Como si no fuera la primera vez que lo hacía.

La naturaleza con la que hace esas cosas a veces duele, porque pienso en con quién las hizo antes.

No me quiso decir nada de su vida amorosa.

—Nos vemos... —dije una vez que llegamos a la librería.

Crucé la calle, regresé un par de cuadras para tomar el autobús y, al sentarme luego de subir, miré mi mano.

Besé el mismo sitio que ella.

Quiero ese beso en mis labios y por ahora esto es todo lo que puedo tener.

Luego de bajar del autobús, vi a Danielle desde que llegué a la cuadra de mi casa.

Está recargada en el muro, cruzada de brazos.

—¿Pasó algo? —pregunté ya cerca, sacando las llaves de mi mochila.

—Me corrieron —explicó.

Abrí la puerta para dejarla entrar primero, luego pasé yo y cerré.

—¿Tu papá?

—¿Quién más? —me hizo el favor de abrir la puerta de la casa.

Se suponía que únicamente mi madre estaba aquí y no la escucho ni veo señales de nadie más.

—¿Quieres comer?, ¿quieres hablar?, ¿hablamos comiendo? —sugerí.

Sonrió con desgana.

Yo calenté la comida mientras ella ponía la mesa y nos sentamos a comer diez minutos después.

—Empieza —dije—, te escucho.

Bebió de la soda.

—Mi mamá me hizo una cita con uno de sus amigos de la iglesia.

—El hijo de uno de sus amigos —repuse y negó.

—Uno de sus amigos —insistió—. Tiene casi su edad —susurró—. Le dije que no iba a ir, se enojó y... ya sabes, mi papá siempre se pone de su lado.

—... ¿Tus hermanos no dijeron nada?

Negó.

—Me dijeron que saliera a caminar para pensarlo —su voz se escondió en el llanto—. Siento que, un día, me van a llevar amarrada a una iglesia para casarme, te lo juro.

—Danielle...

—Mira, no es..., no son mis preferencias, es el que me hagan una cita con alguien a quien no conozco, que podría ser mi padre.

Según sé, desde niña, le concertaban citas con niños de la iglesia, pero las disfrazaban como citas para jugar, luego ella se dio cuenta de hacia dónde iban esas reuniones.

Así casaron a su hermana y a su hermano, por eso pensé que ellos la podrían entender y apoyarla, pero parece que no.

Se limpió con una servilleta.

En la luna y las estrellas | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora