Capítulo 53

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Ese mismo día, en la clase que no tuvimos y la profesora de Gimnasia aprovechó para entrenar. Yo en realidad no debería estar en la cancha, pero vine por Lisa y porque ella no estaba participando en el primer juego.

Estaba sentada muy cerca de ella, en la banca de piedra.

De esto hablaba cuando se sentaba lejos de mí.

Volteé a verla.

—¿No deberías comer antes?

Esta vez no traje mucho, pero algo tendré para ella.

—Sí —respondió.

Temblé cuando movió mi cabello para descubrir mi cuello y ahí empezó a besarme.

Siempre que la profesora no mire hacia aquí, está bien.

Cerré los ojos cuando sentí sus dientes y los abrí en cuanto Clara se sentó a un lado y suspiró.

Lisa se apartó.

—Te traeré agua —me retiré.

No fui directamente a la máquina expendedora, pasé al sanitario a mojar mi frente.

En esto se me van a acabar los protectores. Por suerte, llevaba uno puesto.

Fui a comprar el agua, volví y tuve que armarme de valor cuando vi que Lisa ya no estaba ahí.

Me acerqué a Clara y le di la botella, quien solo me miró cuando se la tendí.

Tomé asiento otra vez, en el mismo sitio donde estaba.

Creo que debería irme...

—¿Por qué piensas que me desagradas? —preguntó sin más.

Mike seguramente le dijo lo que hablamos.

Junté mis manos cerca de mi estómago.

—Bueno, creo que... En realidad, tú y yo nunca hemos hablado...

—¿Y qué motivos tendríamos para hablar?

No soy yo, eso en serio sonó mal.

Antes de Danielle o Lisa, nunca tuve ni una razón para hablarle y ella jamás se había dirigido a mí.

Quisiera saber cómo habla con Danielle como para tenerla así como la tiene.

—Emm... Pues...

—¿Te das cuenta de que nunca me volteas a ver?

Apreté los labios y con mucho trabajo volteé.

Solamente me miró por un segundo, pues giró la cabeza al frente y sonrió. Por primera vez vi una sonrisa en su cara.

—Lamento si te di una mala impresión —dijo antes de beber del agua.

Entonces no le desagrado como pensé.

Cuando fuimos a la librería a la sesión de estudio, no había nadie más que René, sentado en el sofá y limpiándose con un paño la sangre saliente del golpe en el labio, uno de los tantos que trae en toda la cara.

—¿Qué...? ¿Qué te pasó? —me acerqué a él.

Me miró.

—Nada.

Se lastimó a sí mismo al pasarse el paño.

—¿Me dejas ayudarte?

Con desconfianza, accedió.

Dejé mis cosas en la mesa, donde también tomé asiento y saqué un pañuelo nuevo.

—¿Puedo mandar a alguien por la caja de primeros auxilios? —le pregunté.

En la luna y las estrellas | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora