Capítulo 25

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Me desperté de mal humor y mi mamá se dio cuenta cuando bajé a desayunar, arreglada y respondiendo un correo sobre el programa de movilidad estudiantil.

Sí puedo encargarme de eso, pero no debería, porque va más allá del Consejo.

—¿No dormiste bien? —me preguntó mamá al poner un plato con cereales delante de mí.

—No —igual intenté responderle bien porque ella no tiene la culpa de que la alarma me hubiera despertado cuando soñaba con Lisa.

Ella iba a besarme.

En la entrada del instituto, Lisa no estaba y tampoco la vi en el aula, no llegó.

Solo hasta el almuerzo pude ir a preguntar a la sala directiva y la secretaria me dijo lo mismo que ayer con Clara; estaba enferma y tampoco le dieron detalles.

Fui a buscar a los dos primeros profesores que tuvimos, para justificar sus faltas y, al finalizar las clases, me quedé en el aula con la última profesora, para lo mismo.

—Julieta —habló la mujer luego de corregir la falta en su computadora—, Lisa no tiene una mala asistencia, pero sus calificaciones...

—Lo sé, ella... está adaptándose.

Eso de que todavía está acomodándose al ritmo de la escuela, cada vez suena más absurdo. Ya lleva aquí más que el tiempo suficiente.

—Yo sé que, cuando uno está enamorado, no piensa en otras cosas, pero la escuela también es muy importante —me sonrió.

No es que mi relación con Lisa deba ser un secreto para los académicos, solo que no esperaba que se involucraran, que me preguntaran ni tampoco que me dijeran algo como eso.

Es agradable.

—Con permiso —dije con respeto y me retiré del aula.

Encaminé por el pasillo y saqué mi teléfono para preguntarle a Ricardo si puede venir por mí...

—¡Presi! —brinqué del susto al escuchar una voz masculina.

Suspiré antes de voltear y me volvió a asustar que Mike y Clara venían hacia mí.

No pude decir nada ni cuando los tuve enfrente.

Yo estoy aterrada y ellos no parecen darse cuenta.

—¿Sabes por qué no vino Lisa? —me preguntó Mike.

Me aclaré la garganta. Claro, era eso.

—Llamaron de su casa para avisar que tiene fiebre —expliqué.

—Te dije que la habías contagiado —el chico le dio a Clara un golpe en el brazo.

La chica, cruzada de brazos, solo se hizo a un lado y me miró sin expresión alguna. La mascarilla blanca que lleva puesta solo hace más perversa su mirada.

En serio, creo que le desagrado.

—Vamos a ir a verla —Clara se dirigió a mí—, ¿quieres venir?

O tal vez no le desagrado tanto como pensé.

—No estoy segura de que sea buena idea.

—Nada más vamos a ver cómo está —insistió Mike.

No sé cómo decirles que jamás he ido a su casa y dudo mucho que Lisa quiera verme ahí.

—Es que...

—Vamos —por primera vez le escuché un amable tono a Clara, es decir, hacia mí—. Con nosotros presentes, no te va a hacer nada.

Pasé saliva.

En la luna y las estrellas | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora