Capítulo 40

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El lunes, me la pasé muy confundida con lo que me pedían tanto para el viaje escolar como para las evaluaciones, además no podía esconderme de los que venían con la misma queja sobre trabajos que no les aceptaron, u otros que les pidieron de último minuto.

Siempre es lo mismo y con los mismos profesores.

Sí, puedo resolverles todo, siempre y cuando tenga justificación.

Yo ya no puedo creerme la de «Ese profesor tiene algo en mi contra, pregúntale a los demás, no soy el único».

Y mi favorito «Todos los grupos se quejan de él (o ella)».

A los de bachillerato los puedo entender, son los que todavía cargan con la presión de sus padres, pero en nivel superior ya lo que hagan les afecta únicamente a ellos y no los quiero en mi sala yendo a pedirme ayuda porque en su casa los van a regañar, quiero que se defiendan porque todo lo que hacen es por y para ellos.

La mayoría creen que son adultos por portar una credencial donde dice que lo son.

Mis propias evaluaciones y proyectos en realidad no me demandaban demasiado trabajo. Por tener acceso a los programas de las clases, siempre supe qué y cuándo me pedirían absolutamente todo.

El mismo lunes, por la noche, estaba en mi habitación terminando un ensayo y mi papá entró a traerme la cena, que también sería mi comida y... creo que hasta el desayuno, porque en la mañana me fui corriendo.

Tomó asiento en el columpio.

—¿Necesitas dinero? —preguntó.

Creo que me lo ofrece para el viaje.

—Estoy bien, gracias —tecleando con una mano, con la otra tomé el emparedado.

—... ¿Y... Lisa?, ¿va a ir?

Suspiré.

—Sí, va a ir.

—Tu mamá dice que estás triste, ¿es por ella?

—... Lo que estaba intentando con ella creo que no funcionó. Me confesé, me rechazó y ella no se dio cuenta.

Hasta el momento, todo solo pasó en mi cabeza, excepto por el rechazo. Lo dijo sin decirlo.

—¿En serio le dijiste lo que sientes? —volteó.

—No, papá..., pero... —suspiré—, no he conseguido nada. Para lo seria y fría que es, cualquier señal de atención o interés se notaría, ¿no?

—Supongo... —consintió para sí—. Aunque yo no me di cuenta cuando tu mamá se enamoró de mí y mira que lo intenté con ganas.

Me reí.

Lo que sé sobre ellos es que mi mamá se la vivía en la biblioteca de la preparatoria donde estudiaba y mi papá estaba ahí como bibliotecario, por servicio social, y lo odiaba.

Pero por mi mamá lo soportó.

Dice que le costaba horrores cruzar una palabra con ella una vez a la semana.

Fuera de aquí, en realidad, mi mamá es muy seria y mi papá nunca se calla.

Ellos embonaron perfectamente, crearon algo que solo entienden ambos y que los hace felices.

Es lo que yo quiero, lo que estoy buscando.

Yo sé que no necesito a nadie en mi vida, pero sí quiero que haya alguien más en ella, alguien con quien pueda compartirlo todo, a quien pueda cuidar y que pueda cuidarme a mí.

Me gustaría, por un segundo, vivir esa locura disfrazada de valor de estar dispuesta a darle todo a una persona, sin pedirle nada a cambio.

...

En la luna y las estrellas | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora