Capítulo 88 [+18] Final

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Llegamos a San Rafael mucho antes de lo que pensé. No es ni mediodía. Creí que el autobús se hacía más tiempo.

—Nunca antes había venido —hablé, mirando lo poco que puede verse desde el estacionamiento de la central de autobuses.

—Es lindo, pero no la gran cosa.

Tomó mi mano y tiró de mí.

Lisa dijo que iba a venir a hacer el pago de la fianza y a ver a su papá, entonces le pregunté si podía acompañarla.

Me dijo que sí a la primera.

En el juzgado no demoró ni cinco minutos, entonces fuimos directamente a su casa.

Sí es un lugar muy lindo, tanto como para nunca haber venido. No estoy segura de qué eventos, ferias o cosas así hagan aquí.

Sentí que caminamos bastante, hasta que se detuvo.

Observé a mis alrededores y donde estábamos era delante de un terreno baldío, mismo que Lisa miraba fijamente.

—¿Qué tienes? —pregunté.

—Aquí estaba la casa de mi mamá —contestó—. No sabía que la habían tirado.

Volteé hacia el terreno. Según el letrero, además lo vendieron.

No estoy segura de si Lisa esperaba ver esa casa en pie todavía y tampoco sé si me habría gustado ver cómo era.

Hay cosas que es mejor dejarlas olvidadas.

Es increíble —volteé al escuchar una voz dirigida hacia nosotras.

Solté el brazo de Lisa cuando vi a dos mujeres murmurando sobre ella y yo.

—Vámonos —me dijo Lisa, al volver a tomar mi mano y hacerme caminar.

Creí que el motivo de sus murmullos era por ser pareja, en cambio, supe que no cuando alguna mencionó el que Lisa hubiera estado encerrada.

Puedo soportar que hablen de mí, pero no de Lisa.

La solté y me volví a ellas.

—O hablan más alto o se tragan sus palabras —dije.

Ambas expresaron ofensa.

—Oye, niña...

—¡Estoy hablando yo! —alcé la voz—. Hablar con el cerebro vacío es irreverente. Váyanse a hacer algo de provecho porque no van a mantenerse estando aquí paradas insultando a alguien a quien no conocen y en definitiva es mucho más valiosa que ustedes dos, por el simple hecho de que no les está respondiendo, ni lo va a hacer, por respeto a la edad senil.

Cuando se fueron, me volví a Lisa y, luego de un momento mirándome, empezó a reírse.

—... ¿Te estás riendo de mí? —fruncí el ceño.

—No... —igual no dejó de reírse. Intentó suspirar con una mano sobre su estómago—. Es por lo que dijiste..., nunca nadie me había defendido así.

Me mordí el labio al sonreír.

Me acerqué a abrazarla y me respondió, recargando el mentón en mi cabeza.

Un poco más tarde, llegamos a casa de su padre y, conociendo la memoria de Lisa, no supe cómo encontraba esa casa cada vez que venía, todas en la cuadra son idénticas, parecen salidas de esas películas de suburbios.

De noche debe ser aterrador.

El señor fue el que abrió la puerta y a las dos nos recibió muy bien.

En la luna y las estrellas | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora