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— No se que le pasa últimamente — dijo Ji-Kyung marcándole a su esposo.
Habían pasado dos años desde la boda de Ji-Kyung y Han Seo-jun, Su-ho tardo un año en casarse con Joo-Kyung pero por fin lo hizo y las dos hermanas estaban casadas con los amigos.
— Le marcaré a Su-ho — dijo Joo-Kyung tomando su teléfono.
Un timbre, dos timbres, al tercero colgó, Joo-Kyung solo alejó su celular de su oído y lo miró confundida.
— Algo está mal — dijo la menor de las mellizas.
— ¿Tú crees? — preguntó la mayor — son las tres de la mañana y nuestros esposos están en no sé dónde... carajo.
— ¿Por qué no le llamas a Min-jae? — preguntó la menor — tal vez él sepa.
— Soo-jin me dijo que había salido, debe de estar ebrio tirado en algún lugar... — ella lo pensó un poco, era mucha coincidencia que los tres amigos salieran al mismo tiempo.
Tomó de nuevo su teléfono y marcó al teléfono de Min-jae, este contestó rápidamente.
— ¡Déjame cinco minutos más, mamá! — dijo desde la otra línea park.
— Min-jae, ¿en dónde estás? ¿con quién estás? — preguntó intentando sonar tranquila, su hermana se acercó pegándose a ella para escuchar.
— Oh... estoy con mis dos novios, mis amigos, mis hermanos de otra sangre, con Su-ho y Seo-jun — Min-jae sonaba tan ebrio, arrastraba las palabras y hablaba con la voy aguda que en cierta parte la hacía ver tierna.
— ¿Están solo ustedes tres?
— ¡Qué si, mamá!
— Min-jae, ¿en qué lugar están?
— Estamos en un bar, no sé cómo se llama pero fue en el mismo donde Su-ho y yo nos caímos de cara por estar bailando.
— Dios... okey, no se muevan de ahí, ni tú ni ninguno de tus amigos.
— Okey, te amo mamá.
Ji-Kyung colgó y rápidamente fue a la cocina, tomó las llaves del carro de Han.
— ¿En dónde están? — preguntó Joo-Kyung.
— En un bar, ebrios, hay que ir con ellos, ve llamando a Soo-jin para que vaya por Min-jae.
— Claro, claro.
Las dos hermanas más rápido de lo que canta un gallo llegaron al bar en el carro, era un milagro que no las detuvieran gracias a que iban a una gran velocidad y Ji-Kyung había dejado su licencia en casa por lo que fue una suerte inmensa.
— ¡Haya esta! — dijo la menor apuntando a Min-jae desde lejos que cantaba domino de Stray kids con una botella en su mano.
Las dos se acercaron a él, el pelinegro rio ido y miró a su mejor amiga.
