CAPÍTULO 9

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ROWAN

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ROWAN

TODO SEGUÍA OSCURO CUANDO ROWAN DESPERTÓ. LLEGÓ A TENER LA pequeña esperanza de que se tratara de su propia visión aún afectada por el golpe, pero no, la habitación en la que lo habían encerrado estaba estaba tan oscura que a duras penas podía verse a sí mismo. Apestada, el hedor aumentó incluso más que antes, más no se concentró en eso, sino en su propio rincón. Porque sí, lo encerraron en un lugar incluso peor.

Una celda.

Parecía más una jaula de metal para un perro muy grande. Podía gatear y moverse un poco, pero no podía ponerse de pie. No podía escuchar nada, solo su propia respiración acelerada y el fastidioso goteo de unas tuberías a un par de metros, cosa que lo hizo suponer que se encontraba en un sótano.

Todo su cuerpo dolía. Desde la cabeza —por la herida— hasta los pies. La humillación, no obstante, fue más dolorosa que todo lo físico. Llevó una mano a su cabeza, directamente a la zona de la herida, no le sorprendió notar que no habían tratado el golpe, ni siquiera se molestaron en limpiar la sangre de su cuello y pecho. Eso tampoco era algo para sorprenderse, ¿no? Después de todo, él era una víctima de secuestro.

Tendría suerte si decidían alimentarlo o permitirle ir al baño.

Su garganta tenía un picor incómodo, como si hubiese tragado arena y agua salada. Con todo el dolor que sentía, Rowan se forzó a tragar saliva una y otra vez, debía acostumbrar a su cuerpo a entrar en modo de supervivencia si no sabía cuánto tiempo iba a estar allí. Cometió un grave error al tratar de gatear hacia el otro extremo de la jaula; no verificó si tenía otras heridas.

Sus rodillas estaban completamente magulladas, casi en carne viva. Ya sea por la adrenalina o por cualquier otro milagro, no sintió molestia alguna, sino hasta que las apoyó contra el suelo para gatear y el punzante dolor golpeó directo y sin ningún aviso. No le interesó guardar silencio, gritó con todas sus fuerzas, abrazó sus rodillas y enterró el rostro en ese espacio.

Pero no lloró.

No podía darle esa satisfacción a sus secuestradores.

Necesitaba saber quiénes eran y, más importante aún, qué querían de él. No eran secuestradores normales, eso lo supo por los portales. Ahora, ¿qué demonios podrían querer los grupos criminales de semidioses? Si es que eso es lo que eran, aún no estaba seguro. Sí, tenía el peso del apellido Ashford sobre sus hombros y para nadie dentro del país era un secreto que su madre planeaba dejarle la empresa a él —sin importar cuántas veces Rowan insistiera en que no la quería—, así que la primera opción fue creer que lo secuestraron por dinero.

—Debo salir de aquí, mierda.

Le echó un vistazo al resto de la habitación, lo que vio lo desanimó aún más. Era una larga fila de jaulas como en la que él estaba encerrado. Contó al menos diez, todas vacías, todas con feas manchas de sangre y otros fluidos que infundieron las náuseas en Rowan. No se avergonzaba en decirlo, era un semidiós que no soportaba la sangre.

ANANKÉ, Luke Castellan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora