CAPÍTULO 38

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ROWAN

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ROWAN

DESPUÉS DE QUE LA REUNIÓN EN EL COMEDOR LLEGASE A SU FIN, Rowan jaló a sus tres hermanos lejos de allí. No hubo tiempo para despedirse de los demás, su emoción calculó todos los movimientos siguientes. Notó que Chris los seguía de cerca, seguro como garantía de vigilancia para evitar que planeen un escape o algo por el estilo, tampoco le prestó demasiada atención. Corrieron por los pasillos y llegaron hasta la biblioteca del crucero.

Chris accedió a quedarse fuera, le envió un guiño a Rowan y cerró la puerta para ellos. En la biblioteca había dos grandes ventanales, pero ni una sola puerta más, no tendrían forma de escapar.

Aunque esa no era la idea de Rowan. No quería escapar, lo único que quería hacer —y que finalmente hizo— fue abrazarlos con todas sus fuerzas, tal y como lo hizo el día anterior. La diferencia fue enorme. Ya no tenían puestas esas feas batas de enfermería. Esos eran los verdaderos Jason, Piper y Leo. Jason con el suéter de St Edmund Hall y el broche de Estudiante de Honor que jamás faltaba en su suéter. Piper luciendo la chaqueta de aviador que Rowan le obsequió y Leo con su camiseta preferida y esos vaqueros anchos y desgastados que Rowan detestaba, pero que también lo hicieron increíblemente feliz.

Con vaqueros rotos o sin ellos, tenía a sus hermanos con él.

Y es que todos llevaban el mismo collar con el mismo dije, la insignia de St Edmund Hall, el lugar donde los cuatro deseaban poder estar.

No deseo dejar de abrazarte —susurró Jason sobre su oído—. Siento que desaparecerás si lo hago.

No desapareceré —contestó también en francés—. No me volverán a perder.

No otra vez.

—Por mucho que desee continuar con este abrazo, debemos hablar. —Leo se separó con una mirada severa—. Tienes mucho qué explicarnos, Ro.

—Lo sé —asintió—. Vengan, tomen asiento.

La biblioteca no tenía asientos como tal, sino sillones al estilo pouf poire de colores crema. Los arrastraron por el suelo y tomaron asiento en el centro del lugar. Rowan contó su historia, pero lo hizo desde el principio, sin omitir absolutamente nada. Les explicó las peleas con Percy antes de ser secuestrado, el tonto trabajo que debía hacer realmente en el campamento y lo que suedió después de haber sido llevado al Princesa Andrómeda.

La mención de Josh y Michael lo regresó a ese sótano, a la jodida jaula que aún veía en algunas de sus pesadillas. Por supuesto y como era de esperarse, las reacciones de sus hermanos fueron aceleradas.

—¿Cómo demonios pudiste perdonar algo así? —cuestionó Jason entre gritos—. ¡Ninguno de esos bastardos te habría tocado de no haber sido por ellos!

Antes de que Leo y Piper pudieran actuar con la fuerza y salir de la biblioteca, Rowan los convenció de seguir escuchando. Hablar con ellos fue liberador, algo que necesitaba hacer, sacar todo eso de su sistema y comenzar desde cero. No había pronunciado esos nombres en voz alta en mucho tiempo, ni siquiera se sentían reales. Fue como mencionar al Coco o al Krampus, villanos que no existen, pero cuyas leyendas se basan en traumas vividos por alguien.

ANANKÉ, Luke Castellan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora