CAPÍTULO 32

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ANASTASIA

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ANASTASIA

CASI VEINTITRÉS AÑOS ATRÁS, ANASTASIA SE ENCONTRABA SALIENDO DE una reunión administrativa en la vieja empresa de seguros que corrían su padre y su tío. En ese momento, no supo si debía volver a llamarlos así, ellos se encargaron de exiliarla de la familia en esa misma reunión. Sus ideas eran una falta de respeto para la empresa familiar, quería otorgar verdadera seguridad a sus clientes, no falsos contratos para adueñarse del dinero de los más desesperados.

El grito de su padre se repitió en su cabeza con la amenaza final.

Si se iba, no volvería a pertenecer a la familia Campbell, no sería la heredera de la famosa aseguradora, tampoco volvería a ver ni una moneda del dinero familiar, estaría completamente sola. Si se quedaba, sería cómplice en un fraude que estaba destinado a salir a la luz algún día.

Tomó sus cosas y se fue.

No miró atrás ni una sola vez. No tenía madre, bueno, la tuvo alguna vez, pero falleció al darla a luz. Su madre fue hija única y sus abuelos maternos fallecieron años atrás, estaba completamente sola, tenía sólo cien libras en el banco a su nombre y un feo y oscuro hotel en el que pagaba ocho libras por noche para quedarse.

No tenía nada más, pero se sintió libre.

Allí conoció a esa persona. Algunos dicen que el cerebro se encarga de borrar las imágenes, crear una laguna mental, en los momentos que resultan más fuertes para cada uno. Anastasia recordaba ese momento con tanta claridad que dolía. El instante en el que puso un pie fuera de la estación de metro y tropezó con ese cuerpo firme, pero delicado.

Como una nube de humo, así se sintió sostener a esa persona en sus brazos.

—Parece que tienes prisa —le había dicho.

Anastasia sonrió.— Siempre tengo prisa.

—Espero que esa prisa no te impida ayudar a esta pobre alma perdida, debo llegar a este lugar antes de que mis hermanos me asesinen.

Debía llegar al otro lado de la ciudad en veinte minutos. Anastasia tenía el resto del día —y probablemente del mes— libre, así que tomó la decisión de asegurar que esa persona conociera las mejores partes de la ciudad en su camino a esa reunión familiar. Tomaron un tren y un autobús, pero no dejaron de hablar en ningún momento.

Anastasia siempre se consideró una chica silenciosa, algo arisca incluso. No se comunicaba con los demás estudiantes en la universidad, no tenía amigos, tampoco creía necesitarlos. Todos sus males se los contaba a la almohada y a la reserva de vinos que jamás podía faltar en su habitación, ni siquiera si debía utilizar el dinero de la comida para otra botella.

Allí, no obstante, se desahogó por completo. Había un brillo extraño en esa persona, su sonrisa atractiva la llevó a tropezarse con sus propias palabras en más de una ocasión, cosa que la enfureció. Era una oradora excelente, pero ahí se comportó como una adolescente nerviosa. Le contó todo lo que sucedió con su familia, sin omitir siquiera la parte del fraude. Sabía que había un espía dentro de la empresa que sacaría a la luz todos los desfases económicos de su familia, entonces no tuvo sentido mentir.

ANANKÉ, Luke Castellan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora