CAPÍTULO 28

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LUKE

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LUKE

ENTRE TODAS LAS SIGUIENTES ACCIONES QUE LUKE PUDO HABER LLEVADO a cabo en los segundos que pasaron, escogió las dos peores, las dos que jamás tuvieron que haber sido opciones para él en primer lugar. Debió hacer lo más indicado, lo justo; alejar a Rowan de él después de derramarse en su garganta caliente y viciosa. Debió alejarse y ya, sin explicaciones, sin excusas, sin comparaciones innecesarias.

Definitivamente él no debió haber subido a Rowan a su regazo y desvestirlo con tanta delicadeza, como si de la pieza de un museo se tratase. No debió continuar besándolo, ahogándose a sí mismo en esos labios que sabían a panecillos de arándanos y crema, en esos brazos delgados y firmes, lo suficientemente fuertes como para aferrarse a él en ese momento. 

—Luke —jadeó.

Sí.

Aquí estoy.

Y no, no debió alucinar por lo bien que se escuchaba su nombre saliendo de los labios de Rowan, como la oración destinada a ser. Un ruego, un canto de necesidad carnal, Rowan lo necesitaba con la misma intensidad con la que Luke no necesitaba a él, enterrarse en él, tomar cada parte que Rowan le pudiese ofrecer.

Luke lo tomaría todo, si eso significaba saciar esa hambre dentro de él.

—Más —lloriqueó.

Tendrás más.

Rowan Ashford no era el primer hombre con el que Luke trataba de acostarse, pero sí el primero con el que lograba llegar hasta el final, hombre o mujer, ninguno pudo lograrlo antes de Rowan. Luke se consideraba un hombre cuidadoso, estudió lo suficiente del cuerpo humano como para saber dónde tenía que tocar para hacer sentir bien a los demás, el problema es que jamás pudo llegar a ponerlo en práctica.

Por primera vez en sus veintisiete años de vida, Luke no se sintió seguro de sus movimientos. Quería hacerlo, lo necesitaba tanto como respirar, pero ¿lo haría bien?

En respuesta a su inseguridad, Rowan, Rowan Ashford, el heredero, la estrella de Anastasia Ashford, tomó sus manos y besó sus nudillos con esa mirada verdosa hundida en el placer y la tranquilidad. Los besó despacio, suave, sin ninguna prisa.

—Puedes tocarme.

Lo sé.

—Quiero que me toques —continuó—, pero si tú no deseas hacerlo, yo...

¿Qué?

¿Acaso no se mostró ya como un desquiciado hambriento por esa piel, por esa espalda, por esa cintura, por esos labios y esas piernas, por todo lo que Rowan era y representaba? Su éxito, su liberación.

—Quiero hacerlo —susurró sobre sus labios.

Volvió a besarlo, pero lo hizo con el temor de no volverse a sentir dueño de sus propios labios.

ANANKÉ, Luke Castellan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora