CAPÍTULO 4

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ROWAN

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ROWAN

PRETENDER QUE TODO ESTABA BIEN LO ENFERMÓ, EN EL SENTIDO LITERAL. Rowan apartó las náuseas de él con una sacudida y se concentró en terminar de desenredar el cable de sus auriculares. El reloj en lo alto de la pared marcaba las siete de la mañana, demasiado temprano para que las actividades comiencen y demasiado tarde para su rutina diaria. El problema con las pesadillas se presentó días después del ataque, fue una consecuencia tardía de sus pobres decisiones.

No se arrepentía de salvar a Quirón, si es que eso se podía considerar como salvar. Quirón era como un padre para él, su presencia en la vida de Rowan llegó a ser más una figura parental que todas las parejas que su madre había tenido a lo largo de los años. Ninguno se preocupó en aprenderse más que su primer nombre y el hecho de que toda la fortuna Ashford estaba destinada a parar en su bolsillo.

En el campamento no estaba permitido tener aparatos móviles. Rowan, sin embargo, era un caso especial. Él debía tener el móvil a su lado, Percy se lo dejó muy claro antes de que ambos se separaran en el aeropuerto. Quirón hizo los arreglos con el Señor D, tenerlo sería arriesgado, le enviaría las ondas de su voz a los monstruos que se encontraran más cerca del campamento. También era un riesgo que estaban dispuestos a tomar.

Las llamadas eran limitadas, dos veces por semana. Una para Percy y una para su atolondrada madre.

Hablando del diablo.

La misma madre que se encontraba llamándolo en ese preciso instante.

Rowan se llevó el teléfono al oído sin ganas.

—Hola, mamá.

—¡Rowan Alexander Ashford! —El tono de su voz fue tan estridente como lo recordaba, casi lo hace sonreír—. ¡Vendrás de regreso a Inglaterra en este mismo momento!

Rowan observó a su alrededor.

—No veo ningún avión, mamá.

—¡Lucy se está encargando de los boletos! —exclamó. Hubo otro sonido más, como si su torpe secretaria se hubiese tropezado con el escritorio—. Maldita sea, Lucy. Una vez es comprensible, ¿pero dos? ¿Ya te chequeaste los oídos? Puede que sea el equilibrio y...¡Un momento, estoy al teléfono! —Una serie de maldiciones más y su madre estuvo de regreso—. Rowan, cariño, te lo ruego.

—Mamá, sabes que no puedo.

—¡Al diablo los dioses! —escupió su madre. Incluso sin estar allí, Rowan pudo jurar que sus mejillas se tiñeron de un rojo furioso y su cabello cobrizo perfectamente peinado ya se encontraba fuera de lugar—. ¡No me interesan ellos, me interesas tú!

ANANKÉ, Luke Castellan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora