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Había decidido volver a Estados Unidos a pesar de aquello. No le dijo a su hija sobre el panfleto. Esperaba que no se hiciese muy popular. Aquel viaje en barco que duró un mes le estaba carcomiendo la cabeza. Hacía sus escenarios ficticios una y otra vez y empezó a escribir un panfleto propio porque sabía que iban a haber malas lenguas. Además, Alexander le dejaba bastante mal parado en el suyo, como si él le hubiese convencido para tener esa relación. Sacaba cartas como la de "casarse para curarle"... desde luego que no era agradable de leer. No quería preocupar a su pobre mujer, ya había tenido suficiente con el viaje y el embarazo.

Cuando llegó tenía cartas de Frances esperando a ser leídas. Esa fue su prioridad y después fue a por Alexander a buscar explicaciones un domingo a las seis de la tarde. -¡ALEX!- Gritó John cuando lo vio y se acercó furioso a él. En la carta le pedía disculpas, pero muy ligeras. ¿A caso pensaba que eso iba a ser suficiente? -¿QUÉ MIERDA HAS HECHO?- Dijo tomándolo a la fuerza y lo metió en el despacho, era mejor si los niños no veían nada. Cerró la puerta furioso y lo miró a los ojos.

-Me habían acusado, Jack, te lo dije. Es por mi carrera yo no quería hacerlo.

-¿Y qué tengo yo que ver con la especulación? ¿¡Por qué hablas de mí!? ¿Soy yo a caso quien te hizo pagar? ¿Qué tengo que ver yo con Reynolds?

-Jack, escucha- dijo tomando la mano de John que le sujetaba con ira la camisa. -Jefferson lo sabía, iba a decirlo. Preferí explicarlo todo antes de que su sucia boca...

-¿Y QUÉ MIERDA IBA A DECIR JEFFERSON? ¿Qué sabe que nos acostamos? ¿ESO? ¿SÓLO ESO? Tú, maldito, has publicado cada una de mis cartas, me has expuesto y me has artuinado la vida. Y no a un hombre cualquiera, al General Jefe del Ejército de Estados Unidos. ¿Sabes como será eso para mi carrera?

-Tan fatal como para la mía, John.

-¿Y yo que culpa tengo de que te hayas acostado con una mujer? Encima me lo has ocultado y después venías a mí a consolarme por la muerte de mi padre... me das asco.

-Tú también eres como ella, entiéndelo. Eres mi amante. Si Jefferson hubiese salido a decir eso, hubiese publicado igual este panfleto.

-¿Sólo tu amante? Yo siempre te he considerado más que eso. ¿No sientes nada por mí?- susurró. -Eres un maldito chucho en celo, Alexander.

-Sabes que tú también- dijo Alexander y John le dió un golpe en la mejilla. -No es mi culpa lo que nosotros deseemos, Jack. Jefferson es un idiota por querer exponer eso.

-No digas eso, que tú harías lo mismo en tal de mantener a flote tu maldita carrera política. Me has destrozado la vida a mí, a Eliza y a esa chica con tal de salvarte y ni siquiera lo estás consiguiendo. En el puerto hablaban de eso, lo primero que he escuchado cuando he llegado. ¿Cómo crees que me miran? ¿Crees que mi mujer está para pasar por esto?

-No, no quiero que pierdas al bebé, Jack. Lo siento, ya lo sé.

-¿Cómo lo sabes? ¿Quién te ha dicho? Yo no.

-Ella me lo dijo.

-¿Te escribes con ella?- Preguntó dejando a Alexander en paz y se dirigió a rebuscar los papeles del escritorio del pelirrojo. -¿Por qué?

-Dios, John, estás fatal- dijo guardando los papeles. -Antes de irse me preguntó si debía decírtelo.

John paró de inmediato. Si era creíble. -¿Ahora que le diremos a nuestros hijos cuando lean eso? ¿QUÉ LE DIGO A FRANCES?

-Tú hija ya sabe todo.

-Eso no significa que quiero que lea nuestra correspondencia. No quiero que nadie la lea.

Donde el viento no susurra | LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora