Golpeo con los nudillos la puerta del viejo por enésima vez en lo que llevamos de día, y cómo en el resto de ocasiones, no obtengo respuesta. Gruño con enfado y me doy la vuelta para dirigirme a la sala común. No me apetece ir a jugar al vertedero con Randy y el resto de niños de La Grieta. A pesar de ser las cinco de la tarde, los ojos continúan escociéndome como mil demonios, y aunque ya han pasado casi diez días desde que tengo que ir vestido como un maldito mendigo, no he conseguido sentirme cómodo con mi nuevo vestuario, ni con las miradas de rechazo que el resto de personas me dedican cuando se cruzan conmigo.
Tal y como predijo sensei Madama, el maldito viejo lleva encerrado en su mísera casa casi diez días y a pesar de que he llamado a su puerta más de cincuenta veces cada día, el muy maldito no se ha dignado a abrirme.
Estoy frustrado y cabreado, cabreado con el mundo, con el viejo y con cualquiera que se cruza conmigo y me mira con desagrado. Me he liado a golpes con cada niño que se ha burlado de mi aspecto o me ha dedicado una mirada de disgusto. Los ojos me arden, la ira me domina y mantengo a raya la tristeza y las ganas de llorar haciendo ejercicio.
Aunque ese maldito viejo ni siquiera se ha dignado a hablarme, sé de sobra que el primer paso para hacerme fuerte, es entrenar. Como no tengo ni idea de cómo hacerlo, he decidido correr y de esa manera ganaré resistencia hasta que ese anciano amargado se decida a ayudarme, porque a pesar de que ni siquiera he vuelto a verle, estoy empecinado en que me asista en hacer de mí alguien fuerte, alguien capaz de defenderse y de defender a los suyos.
Y estoy decidido a lograrlo.
Mañana se cumplen diez días desde que el viejo se encerró en esa casa casi tan decrépita como él. Según dijo sensei Madama, el dinero para sake le duraba aproximadamente ese intervalo de tiempo, por tanto, quizás la próxima jornada tenga la oportunidad de conseguir hablar con él.
—Hola Ren.
La tierna voz de mi hermano Randy me saca de mis pensamientos, le veo sentarse a mi lado en la enorme mesa de la sala común, y para mi sorpresa, otro chico de El Cuartel, también se sienta con nosotros.
Se trata de Drake, uno de mis mejores amigos y con el único aparte de Randy con el que no me he liado a golpes por mirarme con desagrado debido a mis ropas y mis ojos rojizos y llorosos.
Estoy seguro de que, si hay alguien ahora mismo que está pasándolo peor que yo en La Grieta, ése es Drake. Su madre era una de las chicas de la madama y hace apenas tres semanas, murió a causa de una sobredosis debido a la mala calidad de la droga que llega a El Cuartel.
Los ojos de Drake están aún más enrojecidos que los míos y todos sabemos que la causa no es el cloro como en mi caso. Mierda de vida. Le regalo una leve sonrisa a Drake y le revuelvo el pelo a mi hermano a modo de saludo.
A pesar de todo, Drake ha tenido suerte. La muerte de su madre no causó mucho revuelo y no apareció nadie de servicios sociales para llevárselo a un orfanato. Drake es de mi edad, y debido a que es un chico que siempre ha sido muy independiente y autónomo, la madama le ha permitido quedarse en El Cuartel con la condición de que en sus horas libres ayude con el mantenimiento y los quehaceres que surjan. Él ha aceptado, no conoce otra vida lejos de este lugar y todos hemos oído historias horribles de ese orfanato al que van los niños de La Grieta.
A mi mente acude el recuerdo de Gan, otro niño de El Cuartel. Durante años fue mi mejor amigo y al igual que Drake, su madre murió debido a una sobredosis hace un par de años. Pero, al contrario que con Drake, en el caso de Gan, sí que acudieron a la Grieta los de servicios sociales y a pesar de los ruegos e intentos de la madama, se lo llevaron junto a sus dos hermanas pequeñas a ese orfanato situado en la otra punta de la ciudad. Sensei madama pasó semanas abatida y nosotros, jamás volvimos a tener noticias ni de Gan, ni de sus hermanas.
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El pecado de amar a tu enemigo
RomanceUna detective integra e incorruptible. Un alto mando criminal decidido a conseguir la hegemonía de la ciudad. Un trato capaz de unirles. Una atracción desmedida. Un amor prohibido. ¿Será ella capaz de cambiar sus convicciones? ¿Puede alguien condena...