Han pasado dos años y medio desde ese día en que el Viejo accedió a entrenarme, y lo único que puedo hacer, es agradecer que se cruzara en mi vida.
Dos años y medio de duro entrenamiento diario, de madrugones continuos y de romperme la cabeza con uno y mil problemas de lógica, ya que, según el Viejo; un buen maestro entrena el cuerpo, pero también la mente. Me ha hecho estudiar psicología, anatomía y me sé de memoria aburridos manuales de estrategia militar, que ambos sabemos que jamás voy a poner en práctica. Cuando le reclamo que es una pérdida de tiempo, él se encoge de hombros mientras sonríe divertido e insiste con la mítica frase de: "Cualquier construcción, por fuerte que sea, deja de serlo cuando sus cimientos no son sólidos". Según el Viejo, la estrategia militar es uno de los pilares de cualquier guerrero de élite y él sólo entrena a la élite, si no estoy de acuerdo, puedo irme por donde vine.
Como si en algún momento me hubiera planteado rendirme...
—Acabo los recados que me ha ordenado sensei Madama y voy para el dojo —me dice Randy perdiéndose por el Cuartel, yo asiento con una sonrisa mientras le veo desaparecer por un callejón de la Grieta.
En dos años y medio mi vida ha cambiado de manera sorprendente...
Aún sigo vistiendo con sucios harapos, y mis ojos continúan luciendo un aspecto enfermizo y desagradable, pero gracias a unas gotas caseras del Viejo, ya no me escuecen ni me molestan. Lo cierto es que podría vestir normal, llevar el rostro libre de mugre y presumir de mis bonitos ojos, hoy por hoy; tengo la capacidad suficiente para poder defenderme de cualquier tipo por grande que sea, pero si algo he aprendido del Viejo, es a evitar los problemas.
Durante el primer año se me hizo tremendamente difícil adaptarme a ir hecho un desastre y aceptar las miradas de rechazo y desprecio de la gente, pero el Viejo me dijo que me harían fuerte, que aprendería a hacer de mi debilidad, una fortaleza. Mi maestro es la persona más inteligente y perspicaz que conozco, y en pocos días, se percató de que era un niño vanidoso y me aprovechaba de mi aspecto para lograr mis objetivos. La gente puede decir lo que quiera, pero ser guapo, alguien agradable a la vista, te allana el camino; y el Viejo quiso, desde el inicio, que fuera capaz de avanzar por la vereda más pedregosa, lodosa y difícil. "Si eres apto para andar por la senda más peligrosa, en un camino normal, destacarás del resto".
Y tenía razón, me he hecho alguien más fuerte, y no sólo físicamente. Las miradas de desagrado, el desprecio de la gente, ya no me afectan.
Camino con la frente alta, lleno de mierda de la cabeza a los pies, pero seguro de lo que quiero. Tengo una meta fija y sé que voy a lograrla gracias a mi esfuerzo; no voy a sacar beneficio de nada que no sea mi determinación y mi trabajo diario con el Viejo.
Por el momento, yo sigo siendo Mugroso, él hace tiempo que se ganó que lo llame sensei, no hay hombre a quién más respete, pero no accede a ello y seguirá siendo el Viejo hasta que se decida. A nuestros entrenamientos diarios se han unido Randy y Drake. Hace más de un año que accedió a mis ruegos y se comprometió a aleccionarles. Su aceptación tuvo varios matices: inicialmente sólo los instruiría por las tardes y a mí me supondría una hora más de práctica matinal. Cada maldito día me levanto antes de las cinco de la mañana, pero vale la pena cuando al acabar la jornada, veo ese brillo de satisfacción dibujado en el rostro de Randy y Drake. Ahora ellos entrenan también por las mañanas, pero comienzan a las seis y no a las cinco, no sé sí el comenzar antes es un castigo por mi insistencia; sin embargo, me parece justo si ambos logran hacerse más fuertes.
Tengo trece años, una altura muy superior a la media, una educación exquisita, las hormonas revolucionadas y dos grandes preocupaciones:
Mi madre y el futuro de la Grieta.
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El pecado de amar a tu enemigo
RomanceSoy la detective especial Umi Maeda, más conocida como agente "M". He dedicado mi carrera policial y mi vida adulta a perseguir y luchar contra el crimen organizado y las bandas criminales de Tokio. Él es Ren Keitani, el hombre más fascinante y car...