En poco más de tres horas estoy en la enfermería, con el brazo enyesado, las pruebas pertinentes efectuadas y ya camino de la habitación dónde pasaré la noche. El golpe de Randy fue rápido, certero y jodidamente doloroso. Las clases de anatomía del Viejo han cumplido con creces su cometido ya que, sin duda tengo una fractura. Me han dado calmantes, una frugal comida y Randy me ha visitado tras las clases de la tarde.
Entro en mi habitación, es individual, pero oigo voces en una de las habitaciones contiguas y sonrío con seguridad creyendo que debe ser Gan. La puerta que conecta las habitaciones está cerrada, por lo que salgo al pasillo y voy por la puerta que da al corredor. Mi emoción inicial se va al carajo cuando veo en la cama del cuarto a una niña con la pierna enyesada. Hay una enfermera muy joven a su lado que me mira con disgusto debido a la intrusión, algo en mi mueca de decepción debe apaciguar su ira pues me sonríe levemente y pregunta:
—¿Necesitas algo?
—Yo... —hago uso de mi situación de huérfano desamparado y le regalo una triste sonrisa—... Creía que un amigo de mi infancia estaba ingresado en la enfermería —Vuelvo a clavar en ella mi mirada de cachorro abandonado—... Disculpe, verle de nuevo es lo único que me hace ilusión ahora mismo...
—Debe referirse a Gan —responde la niña desde la cama, mis ojos se iluminan y la enfermera sonríe.
—¿Está aquí? —cuestiono esperanzado sin salirme de mi papel de chico inocente y desamparado, la niña asiente.
—Gan está en observación —informa la enfermera, no puedo evitar preocuparme al oírla—. Recibió un golpe muy fuerte en la cabeza, pero ya está fuera de peligro —aclara al ver mi nada fingido gesto de angustia—. Mientras permanezca allí, únicamente puede recibir la visita de sus hermanas, pero en un par de días será trasladado a este bloque —explica conciliadora, yo asiento agradecido, lo cierto es que junto a la mujer que nos atendió la noche anterior, esta joven es la única adulta que me está resultando agradable.
—Gracias —respondo con la mejor de mis sonrisas, la niña y la joven enfermera sonríen.
—Será mejor que vuelvas a tu cuarto —señala—, debes descansar para que esa fractura se cure. Te irá bien dormir hasta que te traigan la cena —aconseja con profesionalidad, yo asiento complaciente y sonrío.
—Sí, me iré a dormir hasta la hora de la cena —respondo en una falaz mentira—. Lo cierto es que me encuentro muy, pero que muy cansado —miento—. ¿A qué hora traen la cena? —La enfermera sonríe.
—En un par de horas —responde—. Si estás tan cansado daré aviso para que nadie te moleste hasta entonces —afirma, mi sonrisa no cabe en mi cara al oírla.
—Eso sería genial —respondo—. Muchas gracias —me despido con una leve reverencia mientras abandono la habitación, la enfermera y la niña alzan la mano en señal de despedida.
Una vez en el pasillo, opto por dirigirme en la dirección contraria a la que se encuentra mi habitación. Por suerte, y gracias a mi memoria fotográfica, recuerdo el plano de la tercera planta y el ala de Observación se encuentra justo al final del pasillo en el que se encuentra mi habitación.
Avanzo con decisión, gracias a las palabras de la enfermera sé que en dos horas nadie pasará por mi habitación (y aunque lo hicieran, siempre podría recurrir a la excusa de haberme perdido). Al fondo del pasillo hay una puerta doble roja y sobre ella un rotulo de prohibido el paso.
Sonrío y abro la puerta.
Sé que, aunque esto podría considerarse una pequeña travesura, para mí significa mucho más.
Es el inicio de mi nuevo camino, un camino fuera de la ley. En el filo del abismo, siguiendo la ética que yo y los míos decidamos. En las sombras, rozando la oscuridad en cada uno de nuestros actos...
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El pecado de amar a tu enemigo
RomantikUna detective integra e incorruptible. Un alto mando criminal decidido a conseguir la hegemonía de la ciudad. Un trato capaz de unirles. Una atracción desmedida. Un amor prohibido. ¿Será ella capaz de cambiar sus convicciones? ¿Puede alguien condena...