—Dices que has leído mi informe del correccional, ¿cierto? —cuestiona Ren aún perdido en los hechos de su pasado.
Yo asiento y apoyo mi cabeza sobre su reconfortante pecho. Estamos recostados en una enorme tumbona en la terraza del jacuzzi, la penumbra nos rodea y estoy convencida de que nos encontramos en ese mágico momento en que la noche alcanza su punto más oscuro; justo antes de que rompa el amanecer.
—Sí —respondo mientras resigo con la yema de mis dedos el enorme tatuaje de su pecho y brazo, Ren me da un suave beso en la coronilla.
—Perdí el control —confiesa con la mandíbula tensa y los dientes apretados recordando al director—. Al estar frente a él, al verle acercarse a mí con esa sucia mirada de abusador —Cada palabra de Ren destila un odio infinito—. Saber lo que le había hecho a Ruri y a tantos otros niños sin nombre, me partió en dos, pero... hubo más —Yo trago duro al oírle y poso mi mirada en él, los hermosos ojos verdes de Ren están perdidos en la negrura que nos rodea, soy capaz de discernir como dicha oscuridad se refleja en el jade de sus ojos, ensombreciéndolos con cada nueva palabra que sale de su boca—. Cinco minutos antes de entrar a cumplir nuestra misión, el Viejo llamó al orfanato y pidió hablar conmigo —comenta Ren perdido en sus recuerdos, yo le miro confundida por el cambio en su relato, pero me mantengo atenta, sé que esa llamada debe ser importante para los hechos venideros—. Como todos los demás, creí que su llamada era para darnos ánimos y consejos de última hora. —Un roto suspiro escapa del pecho del jefe de Kendo—. Pero, nada más lejos de la realidad... —El dolor escondido en su sombrío tono me deja sorprendida y busco su mirada con incomprensión, él posa su brazo por encima de mis hombros y vuelve a besar mi coronilla mientras su mandíbula se tensa—. Habían asesinado a sensei Madama en el hospital —explica con voz rota y los puños apretados; de mis labios escapa un gemido, pues sé el cariño y la devoción que Ren y el resto le tenían a esa mujer que logró salvarlos de tantas maneras distintas. Ren busca mi mano, la aprieta y continúa su relato—. Quería que aplazáramos nuestros planes. El Viejo apeló a mi sentido común, a sus enseñanzas; me pidió que respirara y pensara con la mente fría, pero nada surtió efecto. —Ren traga duro—. Sólo cuando me dijo que si no detenía mis planes no podría acudir al entierro de la madama, estuve a punto de controlarme, pero pudo más ese jodido furor errático... —Todo el cuerpo de Ren se encuentra en tensión y sé que, aunque quiere compartir conmigo su pasado, no le está resultando fácil hacerlo—. El Viejo ni siquiera esperó a que yo colgara y dejó el teléfono, para sin duda, venir a nuestro encuentro, pero yo no estaba dispuesto a qué nadie me detuviera...
—Ren... —murmuro preocupada—. Yo... lo siento, lamento mucho la muerte de sensei Madama, sé lo que significaba para ti esa mujer —confieso aferrándome a su cuello para abrazarle, él me arrulla y deja salir un largo y roto suspiro que me parte en dos.
—Fue... creo que fue —Ren traga duro con los ojos empañados en lágrimas, pero como siempre ha hecho, da otro largo suspiro y consigue frenarlas. Jamás he visto llorar a Ren Keitani—... Fue la gota que colmó el vaso —confiesa finalmente—. Aunque estaba en el hospital, sensei Madama consiguió comunicarse con los pocos supervivientes que quedaban de La Grieta —Ren sonríe con tristeza, perdido en los recuerdos de esa gran mujer, que fue como otra madre para él—. Estaban organizándose —afirma con orgullo—. Iban a denunciar lo ocurrido, la madama siempre fue una mujer decidida y tenaz. Yo... la adoraba —confiesa Ren dando otro largo suspiro—. Le pegaron un jodido tiro en la cabeza mientras dormía —explica, oigo sus dientes rechinar ante la fuerza que ejerce su mandíbula—. A bocajarro, como a un jodido perro al que sacrificas... ni siquiera intentaron ocultar lo ocurrido. Ella no era importante, ningún habitante de La Grieta lo era... —La tristeza en los ojos de Ren ha sido sustituida por esa fría y peligrosa ira capaz de lograr que cualquiera se estremezca al contemplarle—... pero no me tuvieron en cuenta a mí, a los míos y al Viejo. —Una dura determinación domina su semblante—. Si en algún momento dudé en cuanto a dejar que me detuvieran para lograr forjarme un nombre en los bajos fondos de Tokyo, el sentimiento desapareció al saber que habían asesinado a la madama. Quería vengarme, quería que pagaran y recurriría al camino más rápido para lograrlo. Me importaba una mierda mancillar mi nombre, volverme el tipo más odiado de todo el jodido país, —Se pausa y me mira con decisión—. El más sádico y despreciable asesino de Tokyo; si con ello lograba acelerar el momento en que acabaríamos con esa banda de cabrones desalmados que se lo habían robado todo, a quienes menos tenían...
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El pecado de amar a tu enemigo
RomanceUna detective integra e incorruptible. Un alto mando criminal decidido a conseguir la hegemonía de la ciudad. Un trato capaz de unirles. Una atracción desmedida. Un amor prohibido. ¿Será ella capaz de cambiar sus convicciones? ¿Puede alguien condena...